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¡AUSENCIA ...! ¡ESPERANZA...!

Escritos en el ferrocarril de Nueva York a Washington. Diciembre 21: 1855.

                            I

Ya partió, ya está lejos, ya me queda
En lugar de su amor mi desventura,
Y nada habrá que compensarme pueda
El bien que pierdo en su simpar ternura.
¡Que tan caro el placer se nos conceda!
¡Comprar bien que huye con dolor que dura!
¡Soñarnos felicísimos y amados,
Y despertar proscritos, desolados!

                            II

¿Por qué la dejé ir? ¿quién de mis brazos
Me la vino a arrancar? por qué no dije:
«¡Primero harán mi corazón pedazos,
«Dios me la trajo y para mí la elige!»
¿Por qué si eran tan dulces nuestros lazos
Viéndola destrozarlos la bendije?
¿Por qué en vez de mi estúpida agonía
No grité: «¡No te irás, porque eres mía!»?

                            III

Ahora en el remolino de mi vida,
¡Cuándo hallaré otra vez alma tan pura,
Virtud por mi virtud tan comprendida,
Ternura tan al par de mi ternura,
Dicha tan inocente y bendecida,
Intimidad tan plácida y segura!
¡Ángel! ¡porque soy bueno es que me ama;
Y ángel ese ángel en su amor me llama!

                            IV

Vino como el rocío de los cielos
Sobre mi seca y árida existencia.
Cuando necesitaba de consuelos
Mi corazón, y mi alma una creencia;
De su candor bajo los castos velos
Todo el precio admiré de su inocencia,
Y como en la virtud humanizada.
En ella a Dios adoración fue dada.

                            V

Con mano audaz, de manos de Dios mismo
Y con brisas de cielo todavía,
Tomé con amantísimo egoísmo
Su blando corazón que a mí se abría;
Le hice medir el insaciable abismo
De mi pasión que igual pasión pedía,
Y ella, lanzando la tremenda suerte,
«Soy tuya», dijo, «tuya hasta la muerte».

                            VI

¡Ah, que un momento como aquel momento
Salva o condena, diviniza o matal
No siempre es aire vano un juramento,
Y el olvido no todo lo arrebata.
Si yo perdiera todo sentimiento,
O ella pudiera aborrecerme ingrata,
Algo habrá siempre entre los dos eterno,
Prenda de un cielo o gaje de un infierno.

                            VII

Con el ígneo cincel de mi energía,
Y de mi ser con toda la potencia,
Yo cincelé la ruda imagen mía
En el terso cristal de su conciencia;
Fundió su corazón mi fantasía
Y selló mi existencia su existencia,
Y con la cruz al labio nos besamos,
Y parte allí de nuestro ser trocamos.

                            VIII

Besó mi mano, y dijo : «eres mi amigo»;
Me abrazó casta, y dijo: «eres mi hermano»;
Jugando a madre retozó conmigo,
E hincada me aclamó su «soberano»;
Y poniendo al Eterno por testigo,
«Esposo» me nombró con labio ufano;
Y en una voz que toda voz encierra.
Me dijo: «eres mi Dios sobre la tierra».

                            IX

Y vi lo que ios ángeles no han visto,
Y besé lo que ellos no han besado...
¡Su seno...! donde el mismo Jesucristo
Una lágrima hubiera derramado;
¡Su virgen seno... que en pintar no insisto,
Porque en nombrarlo ya, lo be profanado,
Porque sólo a su tacto y a su aliento
Es tan puro como él mi pensamiento!

                            X

Era su voz lo que primero oía
Repitiendo mi nombre en la mañana;
Y el lecho con sus manos me tendía
Con un carino angelical de hermana,
Y sus bocados para mí partía
En sus labios fresquísimos de grana,
Y adivinando siempre mi tristeza,
Arrullaba en su falda mi cabeza.

                            XI

¡Por cuántas horas puesto yo de hinojos,
En íntimo, tenaz enlazamiento,
El néctar puro de sus labios rojos
Saboreaba en ósculo sediento;
Y ella cerraba plácida los ojos,
Y oprimía mi seno temulento;
Y eran nuestros acordes corazones
Reloj de eternidades de emociones!

                            XII

¡Adiós horas de bien aquí pasadas,
Pero que el cielo tornará infinitas;
Horas bien pronto por mi mal lloradas,
Pero por mi virtud siempre benditas;
Horas que cuando fueren olvidadas,
Tendrían que ir con mi virtud proscritas;
Horas que Dios habrá de recordarme
Para compadecerme y perdonarme!

                            XIII

¡Adiós paloma que dejaste el nido
Para traerme un ramo de esperanza,
Y que viendo mi seno adolorido
Posaste en él con celestial confianza,
Y arrullándome púdica al oído
Diste al labio maná de venturanza,
Y blanca, y dulce, y casta cual viniste,
Al nido de tus padres te volviste!

Diciembre 21: 1855.

autógrafo

Rafael Pombo


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