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EN EL ÁLBUM DE CLARITA HERRERA

Este es el libro del buen amigo
Que al buen amigo sólo se da;
¡Afortunado si yo consigo
Mostrarme digno de nombre tal!
En estas hojas busca su abrigo
La flor más pura de la amistad:
Para tu álbum de terciopelo
¡Quién trajera una del mismo cielo!

¡Cómo lograra mi fantasía,
Unas octavas trovar gentil
Tan deliciosas en armonía
Como en conceptos dignas de ti!
Dulces cual la última melodía
Que arrulló a Weber para morir,
Tan hechiceras, tan encantadas
Cual tus sonrisas, cual tus miradas.

Fuera yo mago, de mi redoma
Aquí vertiera con limpidez
Todas las tintas que el cielo toma
En sus adioses al astro rey;
Y lo más puro de toda aroma,
Y lo más rico de toda miel,
Y las más tiernas notas suaves
Que gimen brisas y cantan aves.

Mas no soy mago, ni soy poeta;
Y ¡qué poeta ni qué pintor
Guarda en su numen o en su paleta
Lo que quisiera decirte yo!
La estrofa escrita nunca es completa,
Muda es la lengua del corazón.
Tú, mujer, tú eres la poesía,
El arte es sólo parodia fría.

Y me entristecen vivas sospechas,
Claro, Clarita, te las diré:
Que estas sencillas, pobres endechas
Que hoy bondadosa leerás tal vez,
Pronto, cual leve vapor deshechas,
O entre su féretro de papel,
No han de valerme, cándido hechizo
Que otra vez pienses en quien las hizo.

Que en la memoria vuestra, hechiceras,
Pasan los bardos con su laúd,
Como las auras por las praderas,
Como las nieblas ante la luz,
Como las sombras de aves viajeras
Sobre el espejo del mar azul...
Versos, poetas que los cantáis,
A un mismo olvido con ellos vais.

Y yo, Clarita, yo que no tengo
De ingenio y gracias mucho caudal,
Que hoy a tus playas nativas vengo
Y que mañana las dejo ya,
Menos que nadie mañana obtengo
Dulce un recuerdo de tu amistad,
Menos que nadie logro expresivo
Que otra vez leas lo que te escribo.

Mas no, no ignoro cómo se alcanza
De las hermosas la gratitud:
Dame las llaves de tu confianza,
Abre tu cielo, casto querub,
Y de los sueños de tu esperanza
Dime qué sueño prefieres tú:
Yo en estos versos te lo pintara,
Y aquí tus ojos embelesara.

En una tarde de estas divinas
Cuando te asomas a tu balcón,
Y en él un codo fácil reclinas,
Y en una mano la frente en pos;
Cuando al halago de auras marinas
La hermosa muerte miras del sol,
Y te sumerge tanta belleza
En las delicias de la tristeza.

Tal vez entonces por tu alma pura
Plácida imagen cruza ideal,
Y con las alas de la ternura
La ves mecerse sobre la mar;
Tu rojo labio tal vez murmura
No sé si un nombre, no sé si un ¡ay!
Y tras la imagen que te embebece
Tu alma se lanza, se desvanece...

Son de esa imagen las ricas galas
Lo que anhelara pintarte yo,
Si me llevaras a do te exhalas
En tu devota contemplación;
Sus nacarinas, lucientes alas
Ciñera en torno de todos dos,
Y os arrullara sobre los cielos,
Cual dos palomas, cual dos gemelos.

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

¡Ah, quién hallara la ignota clave
De los delirios de la beldad!
Ella del cielo tiene la llave,
Y acaso a solas al cielo va;
Ella los sueños del ángel sabe,
Nada sabemos los hombres ¡ay!
Cuando ella escucha nuestra querella,
De nuestras dichas el alma es ella.

Suyo es el oro del sentimiento,
La voz soprano del corazón;
En mente de hombre no hay pensamiento
Tan exquisito como su amor;
Paz y ternura son su elemento,
Fe y sacrificio su inspiración;
Cuando ella es mártir, en cada grito
Anima un ángel, salva un maldito.

¡Qué misterios de cariño
Cultos y altares tendrán
En almas de ángel que están
Bajo esas frentes de niño!
¡Quién sabe qué sentir pueda
Con esas fibras de seda
Un corazón de mujer,
Si no hay voz a nuestro lloro!
¡A esos sentimientos de oro
Qué humana voz puede haber!

Por qué pues un canto quieres
Que te ofrende, amiga mía,
Cuando toda poesía
Está en vosotras, mujeres;
Y nosotros, a despecho
Del insolente derecho
Que funda la vanidad,
Solo tenemos... la fuerza,
Y una ironía perversa
De la sensibilidad.

Pero ordenaste, y cumplí;
Justo es que des a mi canto
Algo del inmenso encanto
Que reside, Clara, en ti.
Si lo leyeres, paloma,
Denle tus labios su aroma,
Y su armonía tu voz;
Y al pasar tus ojos bellos.
La viva luz que hay en ellos
Ilumínelo veloz.

Si no acertó a competir
Con sus anhelos tu amigo,
En vez de lo que te digo
Lee lo que quise decir:
El sueño que más te halague
Y más placido embriague
Tu afectuoso corazón;
La nota privilegiada
Que vibre el arpa encantada
De tu virgen ilusión;

Y un voto que por tu suerte
Dirijo al Dios de bondad,
Puro como la amistad,
Sincero como la muerte;
Que el patriota guerrero
Que el tipo del caballero
Dejó para ejemplo aquí,
Haya feliz conquistado,
Con su sino infortunado,
La fortuna para ti.

Panamá, abril 11 : 1857.

autógrafo

Rafael Pombo


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