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EL NIÁGARA Y EL ÁNGEL
A LA PRECIOSA SEÑORITA A. TERRY, EN PAGO DE UN RETRATO

Por verte vino hasta aquí
Una entre las bellas bella;
Cuando ella te admire a ti
Vas a enamorarte della.

Que si eres mole maestra
Del Miguel Ángel divino,
También con ella hizo muestra
De su cincel peregrino.

Tan linda le pareció
Que, previendo su renombre,
Ángela  la bautizó,
Dándole su propio nombre.

Si en ti el San Pedro contemplo,
En ella veo tu corona:
Tú le servirás de templo
Y ella será tu madona.

¡Gran contraste en que se esfuerza
Dios por lucir su poder!
¡La gracia frente a la fuerza!
¡El Niágara y la mujer!

Allí un abismo rugiente
Traga un diluvio sin fin,
Aquí corona su frente
La forma de un serafín.

Es el diluvio que quiso
Volver a ver su paloma,
El ave del paraíso
Que sobre el caos se asoma;

O ángel que de las alturas
Dios mandó propiciatorio
A sacar almas ya puras
De este horrendo purgatorio,

Cual la fascinada presa
Del mágico serpentón,
Su ojo infantil se embelesa
Ante este hambriento dragón;

Pero él mismo fascinado
Por la elegante doncella
Amoroso le ha rogado
Cambiar retrato con ella1.

¡Cuántos quedaron así,
Cual con su Onfala el Tebano,
Convertido en maniquí
El que aspiró a ser tirano!

Que si esta inmensa cascada
Como un martillo pudiera
Reducir a polvo, a nada,
Del Andes la cordillera,

A su turno es la beldad
Omnipotencia en el mundo,
Disfraz de debilidad
Con que anda un dios vagabundo,

Toda ella es vórtex  que atrae
Con hechicero reposo,
Y de sus pupilas cae
Un niágara silencioso.

¿Y quién no se lanza en él
A aspirar con egoísmo
Las rosas de tal vergel
Aunque encubran el abismo?

¿O al menos quién se escapo
¡Oh Angela! estando contigo
De lisonjearte? ni yo
De lisonjas enemigo.

Tú, como yo, las detestas;
Tú sabes bien que ellas son
Pérfidas redes funestas
Tendidas al corazón.

Como el vaho que rebota
De la catarata al pie,
Que aturde y ciega y azota
Al que por detrás la ve.

Y si en el estrecho andén
No se mantiene sereno
Rechazado en su vaivén
Lo precipita en su seno.

Mas para ti no hay abismo:
Tn serás aquel fulgente
Iris puro, siempre el mismo
Entre el furor del torrente.

Niágara Falla, julio 26: 1864.

autógrafo

Rafael Pombo


1 Es costumbre retratarse en el Niágara, quedando de fondo la catarata.


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