RUDYARD KIPLING
GOD SAVE THE KING
Dios salve al Rey del verso, que con su canto de bronce impera
y habla la fabulosa lengua del pájaro y de la fiera:
varón de fuertes bíceps, pecho velludo, frente altanera,
que desdobla en la India las cuatro rayas de su bandera.
Shakspeare alucinante que rememora los vastos dramas
del primitivo bosque: luchas de fieras, brillos de escamas,
estrépitos de ríos, ayes de troncos, temblor de ramas
y pavor de serpientes que se combinan en monogramas.
Él con sus cautos ojos sigue la fuga de las centellas,
él con su sabio dedo señala el curso de las estrellas,
él con su fino olfato por entre el bosque da con las huellas
de razas que pasaron sobre los siglos y va tras ellas.
Orfe o trashumante que con su lira cursa montañas,
conversa con el viento cuando éste silba contra las cañas,
domestica a los sones de sus canciones las alimañas
y busca el oro vivo de los peñascos en las entrañas.
Tiene la fortaleza de un árbol, tiene la fortaleza
de una roca: su nombre fue escrito encima de una corteza,
por un puñal que rasga vientres de tigre con la certeza
con que cercena al boa la rebeldía de su cabeza.
Le conocen ha tiempo los elefantes de albos colmillos,
y los tigres membrudos, y los lagartos de verdes brillos,
y los búfalos graves, y las serpientes de áureos anillos:
su cinturón de cuero va siempre armado de die z cuchillos.
Le conocen ha tiempo la femenina liana que enreda
los árboles, el ave que hasta su nombre tal vez remeda,
la brisa que se ríe y el arroyuelo que hablando rueda:
sus pies tienen zapatos férreos; su frente, gorra de seda.
En él vive Inglaterra todo el prestigio de las edades:
por sus canciones pasan reyes, guerreros, bardos, abades;
y hay algo que en el fondo de sus bravías sublimidades
evoca a los normandos en lucha contra las tempestades.
En él vive la India de los misterios. Se piensa en una
metempsicosis hecha, durante un sueño, bajo la Luna.
Los versos son fakires de niveas barbas y faz cobruna;
la inspiración, un soplo de veinte siglos sobre su cuna.
Rudyard Kipling: América echa a tus plantas robles triunfales;
y te habla por la boca del que, en sus ritos sacerdotales,
como tú en Inglaterra, vive en España sus ideales,
pero canta su canto desde las Indias Occidentales.
José Santos Chocano