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NOTAS DEL ALMA INDÍGENA
OTRA VEZ SERÁ

Quiere casarse el joven indio con cierta rústica beldad
a la que vio la vez primera en el sermón dominical.
Sueña él, por obra del buen cura, partir con ella lecho y pan.
Ella sonríe dulcemente a la ilusión matrimonial...
El joven indio acude al amo, con la esperanza de lograr
préstamo que haga realidades las fantasías de su afán;
y el Amo, entonces, sordo al ruego, consejos múltiples le da,
mas el dinero no, que en vano se le promete reembolsar.
Ante la brusca negativa, el joven indio vuelve en paz a su trabajo, así diciéndose:
                                          —Otra vez será....

Vuelve al trabajo el joven indio....En lluvia y el sol confiado está,
para ir al cura en son de bodas, cuando coseche su maizal.
La amada espera...espera...espera, hila que hila sin cesar.
Da a un huso vueltas en sus manos y en sus suspiros a un afán...
Cuenta él los meses que le faltan para ponerse a cosechar....
Mas lluvia y sol se han conjurado: ¡qué despiadada sequedad!
No cae lluvia...Sopla un frío viento de muerte...Empieza a helar...
El joven indio imperturbable ve la cosecha salir mal: y se consuela, así diciéndose:
                                          —Otra vez será....

La bella india rompe el hilo de su paciencia; ya no está en el rincón de la esperanza,
haciendo al huso vueltas dar... ¿con algún hijo fue del Amo que huyó la rústica beldad?
Desvanecida el joven indio ve su ilusión matrimonial; y, con orgullo que de todos su
desgracia hace respetar, piensa en que, al fin, para casarse días mejores llegarán y se sonríe, así diciéndose:
                                          —Otra vez será....

¡Oh, Raza altiva y desdeñosa, bajo apariencias de humildad! Nunca el fracaso la acobarda,
nunca el pavor la hace temblar, nunca la cólera contrae un solo músculo en su faz...
Una sutil filosofía suele en su espíritu filtrar la tenue luz de una esperanza por entre toda oscuridad...
No hay un dolor que la anonada, ni una catástrofe capaz de remover trágicamente su varonil serenidad...
La raza espera... espera... espera, hila que hila sin cesar.
Es por la sangre de tal raza que en todo trance soy igual... Cuando yo vea que mi ensueño no se hace
alegre realidad, cuando yo note que escasean en mis manteles vinio y pan, cuando mi esfuerzo se
quebrante, cuando la lira entre mis manos quiera negarse a resonar, sin darme nunca por vencido,
ni arrepentirme de mi afán sólo diré tranquilamente:
                                          —Otra vez será....

autógrafo

José Santos Chocano


«Oro de Indias» (1941)

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