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DOLOR

El dolor purifica como el fuego:
echa tu corazón sobre la brasa
y mirarás el sol sin quedar ciego...
¡La vida sin dolor parece muerte!
¡Piensa, y el pensamiento te hará grande:
sufre, y el sufrimiento te hará fuerte!

¿Qué te importa el tormento? ¿Y qué la nube
al sol que irradia por encima de ella?
Fíate en el dolor: el dolor sube.
Fíate en él: te servirá de escala
para besar la frente de la estrella...
Amo el dolor porque el dolor es ala,
y el que tiene alas se remonta al cielo:
¡querer sufrir es contemplar la altura,
Y empezar a sufrir, romper el vuelo!...

¿Quieres purificarte? Sufre y llora.
Llora, pero escondido. El sufrimiento
un mundo de purezas atesora...
¡Busca dolores cuando busques palmas!
¡El dolor es el llanto de la aurora
y es el Jordán eterno de las almas!...

Amo el dolor, porque el dolor es fuego.
Ciego fue Homero, y perpetuó su Iliada:
¿quién no quiere ser ciego?
Yo sé que sin dolor la gloria es nada.
Cuando invoco el dolor la gloria invoco...
Colón fue un loco y descubrió otro mundo:
¿quién no quiere ser loco?

¡El dolor es un hálito de gloria!
Allí el Cáucaso está, y ahí el Calvario;
y yo no soy el que habla: habla la Historia!
Ahí está Prometeo, y ahí Cristo...
¿Quién sin el beso de las sacras penas
el misterioso porvenir ha visto?
¿Quién tuvo, sin dolor, ansias divinas?
¿Y quién fue el Prometeo sin cadenas
y el Cristo sin espinas?

Dejadme sonreír... ¡Es tan hermoso
sufrirlo todo en actitud serena!
Dejadme sonreír... ¡Es tan gracioso
el creerse en las luchas un coloso
y arrastrar en la paz una cadena!

Mi canto será el canto de la brisa,
que en las trémulas ramas de los sauces
con acento burlón retoza y zumba.
Dejadme sonreír; que mi sonrisa
será un arco de luz sobre una tumba...
Dejadme sonreír. Oculto luego
tal vez podré llorar; pero ante el vulgo
dejadme sonreír, mintiendo calma,
y mostrando placer, mientras el fuego
me abrasa el corazón, me incendia el alma.

El dolor es la cruz de la grandeza.
El dolor hace mártires y genios;
¡hiere el pecho y alumbra la cabeza!
Es el puñal que esplende y que asesina,
la lluvia que entumece y que fecunda,
la flama que devora y que ilumina...

El dolor es filósofo y poeta,
con Diógenes fue sabio;
con Cristo, redentor; con Job, profeta.
Y así siendo el dolor el que agiganta,
el pecho que más sufre es el más grande:
el cisne moribundo es cuando canta!

Poeta, si eres grande, enseña el golpe
que te hayan dado en las contiendas rudas:
si eres Homero, enséñame a tu Zoilo;
¡y si eres Cristo, enséñame a tu Judas!
La envidia y la traición son las coronas
que encuentra el genio en su desgracia fiera:
¡cuántas rocas encuentra el Amazonas
que quieren detenerlo en su carrera!...

El águila se pierde entre las nubes;
y al perderse en las nubes, si no aspira
el delicado aroma de las flores,
tampoco en ellas mira
rebullir y arrastrarse los insectos...
¡Poeta, feliz tú! ¡Tú cuando subes
no ves a los espíritus abyectos!

Nada importa la estúpida diatriba...
Sigue, poeta, en tu sublime anhelo,
que quien tiene los ojos hacia arriba
no ve las pequeñeces de este suelo!

Ten el orgullo del potente roble
al que se prenden por subir las yedras:
el alma fuerte en el combate noble
arrastra insultos, como el río piedras...
Despreciando el rencor de los estultos
yérguete siempre impávido y sereno;
que, si arrojando a las alturas cieno
ruge la tempestad de los insultos,
¡el clarín de tu fama será un trueno!

autógrafo

José Santos Chocano


«Iras santas» (1895)

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