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LA NOTA GRIS

¿Dónde la nota gris? La sinfonía
de los cielos clarea. Es el instante
en que sobre el cadáver del lucero
nace el sol rey; y el embriagado Día
de su volcada capa de diamante
vierte en el campo el iris vocinglero.

¿Dónde la nota gris? Hasta del llanto
del abrupto peñón la eterna gota
luce también su cristalino encanto...
La alegría es ya cumbre; el triunfo nota...
el trino de la alondra limpio y suelto
en torno se desgrana. Hacia el abismo
el Espectro, espantado de sí mismo,
en su gran dominó se aleja envuelto.

¿Dónde la nota gris? No son las alas
propiedad de los pájaros... A veces,
con loco giro, en las campestres salas,
cruza el insecto alado, que Natura
formó a la postre, acaso con las heces,
aunque el áureo escorpión simula en vano
ascua de eterno ardor y en su blancura
un dije de marfil finge el gusano.

Entre la hierba húmeda; entre el seno
de las tumbas ocultas y ateridas,
surge la nota gris: roncha o veneno...
Bajo las flores trémulas y erguidas
que inciensan o matizan lo que tocan,
los insectos que triunfan sobre el cieno
turban el himno azul y se dislocan...

Todo no ha de ser mal. La abeja zumba
la canción del trabajo entre las rosas;
y hacia el almo confín parten radiosas;
de los abiertos labios de una tumba,
como besos de amor, las mariposas...
¡Oh, vosotros, insectos,
que palpáis los cadáveres infectos,
como que sois amados de las fosas,
y conocéis los últimos efectos,
y el origen primero de las cosas!
¡oh, vosotros, insectos! En la noche,
cuando la flor de luz desata el broche
sobre la nube parda y el Arcano,
como un ángel custodio, abre las alas,
acaso, acaso en las funéreas salas
del adormido y rumoroso llano
debéis de oír, a las más altas horas,
el trino de la alondra, que sus galas
lucir quiere con mágico deseo,
cantando la canción de las auroras
entre la calavera de un Romeo...

Todo marcha hacia el bien. Y vendrá el día
en que merezcan los insectos palmas
y triunfen como notas de alegría
sin turbar ya los himnos soberanos
de la campiña azul... ¡Oh, cuántas almas,
que hoy mariposas son, fueron gusanos!

autógrafo

José Santos Chocano


«En la aldea» (1895)

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