EN EL SALÓN
¡Entrad!—me dijo el estirado paje;
frunció la faz con rápida sonrisa;
y descorrió de golpe en la cornisa
el doblegado alón del cortinaje.
Ceñido el cuello de espumoso encaje,
surgió ella leve, vaporosa, aprisa,
ahogando el taconeo con que pisa
entre el frufrú de su sedoso traje.
Nos saludamos con cortés palabra.
Hablamos del estío adusto y fiero
y del trabajo que fecunda y labra.
Hablamos de la ardiente poesía;
hablamos con ardor... Cogí el sombrero;
y le estreché la mano: ¡estaba fría!
José Santos Chocano