EL ARROYO
Una perpetua lágrima de plata
en su inmenso dolor llora la fuente;
y esa lágrima corre cual serpiente
que entre el húmedo musgo se desata.
Inquieto arroyo, que humillado acata
la ley que le hace doblegar la frente,
besa al soslayo y prolongadamente
el verdor que en las linfas se retrata.
Vedlo: marchando ciego en su destino
por las pendientes rápidas se aleja,
sin escoger ni preferir camino;
y siempre amante y con el mismo gusto
sobre sus ondas límpidas refleja
la flor gentil como el reseco arbusto...
José Santos Chocano