SANTA
(Para Teobaldo E. Corpancho)
¡Antes que el mundo cruel
te arroje de sí por vieja,
aunque te pique la abeja
róbale toda la miel!
Cuando el capullo revienta
debe exigírsele olores:
¿dónde están, pues, los amores
de tu hermosura opulenta?
Del Niño alado y travieso
formaría ante las plantas,
con la carne de las santas,
una montaña de yeso.
Exprimes para ti el jugo;
y, del principio hasta el fin,
celebras sola el festín,
sin despreciar un mendrugo...
Lloras; y en mi escepticismo
vacilo con crueldad,
si llora tu santidad
o si llora tu histerismo...
Ante el Cristo, hora tras hora,
te vas hundiendo en la nada:
mejor que santificada
te quisiera pecadora.
¡Oh, santa de falso cuño;
como amar minea te ha visto,
cuando te alejas, el Cristo
te amenaza con el puño!
Deja ese ropaje denso
que ahoga todo latido;
y busca el olor del nido
más que el olor del incienso...
¡No subas tanto! ¡Y si subes,
cuando tu alma en lo azul se hunda,
verás cómo se fecunda
hasta el viento de las nubes!
¡Natura acaso maldijo
a la que, cual duro yeso,
no tuvo en la boca un beso,
ni tuvo en el vientre un hijo!...
1893.
José Santos Chocano