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EL NUEVO MONÓLOGO DE HAMLET

(A. D. Martínez Luján)

¿Me ama o no me ama? ¿Indiferencia es sólo
ese su frío resplandor interno,
que semeja un crepúsculo en el polo?
¿O es de cariño arrobador y tierno
esa faz que, con lánguida pupila,
lívida muestra como un sol de invierno?
¿Me ama o no me ama? El corazón vacila,
se anubla la razón. Quien ama, en vano
la conciencia tener quiere tranquila.
¡El amor no es laguna, es oceano!...

Puede seguir el príncipe sombrío,
del gran inglés en la inmortal escena,
monologando con el alma llena
de escéptica atracción hacia el vacío;
puede a la orilla del sepulcro umbrío
un cráneo recoger —grano de arena
que al deslizarse abandonara el río 1
que a otros ríos de ríos se encadena;—
y puede escudriñar el inseguro
problema eterno del eterno oriente,
donde nace la aurora del futuro
que refracta en las cumbres del presente;
y puede todavía
Hamlet pensar sobre la inmensa noche,
que es para tantos el inmenso día:
yo, haciendo metafísico derroche,
sobre las dudas del amor terreno,
prefiero para tal filosofía
más que un cráneo sin nada, un cráneo lleno.

¡Oh tu adorable cabecita! El vago
nimbo que la rodea
de atracción rara y misterioso halago,
como de guía le sirviera al mago
que en pos fuese de Venus Citerea.
¡Ah! ¿qué aves tenderán ahí su vuelo?
¿Qué ensueño alentará? ¿Qué dulce idea?
¿Qué raras flores abrirán su broche?
¿Y qué amor será el sol para ese cielo?
¿Y qué preocupación será la noche?
¿Cómo poderlo conocer? En vano
sus inquietudes compulsar anhelo,
¡que no hay belleza que no sea un velo
detrás del que está Dios como un arcano!

Luchar, vencer; jadeante, sudoroso,
sentirse con fatigas de pigmeo,
pero bregar con ansias de coloso;
y tener majestad y buscar gloria,
y sentirse acosada la memoria
por el buitre voraz de Prometeo;
y llenar una página en la Historia,
para humillar los lauros ante alguna
mujer que los confunde con la escoria.
¡Como se humilla el sol ante la luna!

¡Oh necia humillación!... Mas ¿qué es la vida?
¿Dónde está la justicíja de un orgullo?
¿Qué flor podrá decir: no fui capullo?
¿Qué hombre pndrá decir: no soy de lodo?
Será una necedad mal comprendida;
Pero a ella también va confundida
La inexplicable necedad de todo!...

¡Vencer! ¿Y para qué. cuando el encanto
en el misterio está? ¡Múltiples veces
halló el amor que tras martirio tanto
las que creyó primicias eran heces!

Hoy esa duda en la conciencia llevo;
quizás la mujer que amo hace memoria,
porque para el amor no hay nueva historia,
con mi pasión de otra pasión exigua;
y no logro dejar el rastro nuevo,
sino profundizar la huella antigua...

¡Ah! ¡Si lo llego á descubrir! No en vano
Cruza la carabela de mi ensueño
Por cima de las furias del Oceano:
Colón y Cristo ante el linaje humano
Hacen dos redenciones sobre un leño.
No importa que en mi loco desvarío,
Al descubrir mi amor de visionario,
Quizás el mismo leño del navio
Se transforme en el leño del Calvario...

Pero ¡ay! ¿es justo lo que exige el hombre
lleno de farsas y de amores harto?
¡El que su amor reparte no se asombre
de que haga la mujer igual reparto!

¿A qué meditar más? Bello o sombrío,
Porvenir de verdad mi amor anhela.
Si para navegar se hizo el navío,
Yo me quiero lanzar al nuevo mundo
Dejando en pos inacabable estela;
Que me gusta escuchar, más que el sombrío
Monólogo del ancla en lo profundo,
Los diálogos del viento con la vela!...

Amándola sabré si algo la inflama,
O amándola sabré si algo la enfría.
Hundirla quiero en mi pasión inmensa;
Y, al envolverla con el alma mía,
Darle luz de mi amor, luz de mi llama,
Para poder pensar lo que ella piensa,
Y poderme decir: —¿Me ama, o no me ama?

1895.

autógrafo

José Santos Chocano


1 Otra versión trae este verso: que al desligarse abandonara el río


«Selva virgen» (1898)

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