EL PEGASO ANTE EL POETA
I
Y habló el Pegaso, y dijo: —Yo no daré mis crines
Para arcos gemidores de trémulos violines,
Sino para que triunfen, como penacho fiero,
Sobre la bizarría de un casco de guerrero.
Mis alas son banderas, que excelsos paladines
Quisieran como gloria de su blasón severo;
En mi relincho tiemblan los épicos clarines;
Y bajo mis galopes hay músicas de acero...
Al enarcar las alas, se encrespa y embravece
La crin sobre mi cuello, que en su perfil parece
un arpa: en el cordaje vibra solemne oda...
Y al sacudir las alas, el ojo parpadea;
Y, de mi cuello a mi anca, la piel rápida ondea
Cual si una sola arruga la recorriese toda...
II
Y habló el poeta, y dijo: —Conozco tus vigores,
Y aplaudo el ritmo en que hablan tus cascos habladores;
Sé de tu vuelo el rumbo por el Azul, a modo
De un paso de conquista que lo conquista todo;
Y asiéntome en tu anca, que orlada con mil flores,
Es redondez y es lustre como obra de escultores;
Y engriome en tu escape y en la carrera beodo
Tiendo sobre tu mármol mi humanidad de lodo...
¡Y bien! Dame una sola de tus sonoras crines,
Para ajustarla a un arco, no de arrullar violines
Sino de flechar verbos en desatada lidia.
¡Ya de tu recia cola, ya de tu cuello rudo,
Dame una de tus crines; que quiero hacer un nudo
Para que tenga su horca la lengua de la Envidia!...
1897.
José Santos Chocano