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FLOR DE HISPANIA

(A Don Juan Valera)

¿Qué cantará la musa enloquecida
por la morfina y el absintio? En vano,
llena de amor, la copa de la vida,
brindándole salud, llega a su mano.

Ella pretiere en locas saturnales,
apurar el licor de turbias ondas,
que en copas de embriaguez bullen traviesas:
ella goza con verse en los cristales
que corren, no debajo de las frondas,
sino en lauto festín sobre amplias mesas...
Cuando a la alcoba, que entibió el perfume
de arábigas pastillas, corre luego,
y al blando lecho, como al mar, se arroja,
lejos de que su espíritu se abrume,
siente arder de los ósculos el fuego
en sus mejillas de camelia roja.
Y entonces busca el sueño en la morfina,
que, divagando en sus azules venas,
de paz le colma el corazón ardiente
y la arrastra a su corte cristalina
donde hipnóticos cantos de sirenas
la ahogan entre nudos de serpiente...
¡Cuántos besos volaron de su boca!
¡cuántas flores pasaron por su frente!
¿Qué es lo que canta la divina loca?
El dulce nombre del Amor invoca;
pero de un amor falso y decadente.

Halla en París inspiración de un día,
arrastrando tal vez el triunfal carro
del Vicio, entre la falsa pedrería,
que al esparcirse en el revuelto barro
cubre de ascuas la senda de la orgía...
Halla tal vez inspiración, que el broche
abre y cierra fugaz, al son de orquesta
que de lúbrica danza hace derroche,
mientras que finge relumbrante fiesta
con su millón de lámparas la Noche...
El vicioso Nerón sonó el primero
en las nocturnas fiestas: París arde
como un rubí de fúlgido brasero,
cuando lo sopla el viento de la tarde;
y corriendo en la hora vespertina,
por sus alegres calles, va la musa,
como sombra que apenas se adivina
y que semeja, al resbalar confusa,
alada aparición de Mesalina...

¡Oh musa! rompe los traidores lazos
de esa sirena, que cantando mata;
y busca amor en los robustos brazos
del hispano león, que en mil pedazos
los castillos de naipes desbarata.
No el licor excitante, que te enferma,
apures más, para poblar de flores
tu alma, llanura solitaria y yerma
que se muere de sed: busea vigores
que escanciar en tu vaso cristalino;
y huyendo del festín gózate a solas
en paladear el generoso vino
de las clásicas tierras españolas!

De otra suerte, tal vez debe el poeta
condenar de la musa la falsía
en Ios dantescos círculos, a modo
de castigo ejemplar. Tal la coqueta,
que en juegos de voluble fantasía
burló las almas y rió de todo,
alardeando de mágica hermosura
y nunca de virtud, con ,justa. suerte
trocada al fin en sórdida figura,
extinto al fin el postrimer reflejo,
está acaso en el seno de la muerte
condenada a mirarse en un espejo!...

Justo será que la acordada lira
al plectro de marfil dulce responda,
y envuelva amor en mieles de mentira;
justo será que el musical lenguaje
que usar supieron los antiguos, onda
sea desvanecida en el cordaje
de la lira sensual; justo que Eco,
al nombre de los clásicos, se esconda
y no conteste, desde el sordo hueco,
con los aplausos de sonante fama
que los vientos llevaron por do quiera
justo, por fin, que de la extinta llama
no se vea volar humo siquiera...
¿Pero dónde la voz que alcance luego
a llenar el vacío? ¿Dónde el lampo
que desgarre la sombra, y luche, y venza?
¿Dónde siquiera el refrescante riego,
ya que el torrente no, para este campo,
cubierto con cenizas de vergüenza?...

Vibre otra vez la reposada lira
de Fray Luis de León; florezcan rosas
a su paso, que huyendo a la mentira,
busca las soledades silenciosas,
donde sólo habla el viento que suspira...
Suene otra vez el pífano sonoro
de Garcilaso pastoril: la espuma
de la leche, que colma el hondo seno
del cántaro, en sus églogas da oro,
apagará la sed del que se abruma
bajo el peso del sol, que tuesta el heno...
Truene otra vez el tamboril de risa
que redobla Cervantes: a sus sones,
pasa la Humanidad danzando a prisa
en desenvueltos círculos de histriones...
Marque el compás el clavicordio grave
de Lope y Calderón: sendas de flores
recorre así la procesión serena,
que, entre brillos de acero, y trinos de ave,
cantando sueños y mintiendo amores,
pasa, como un gran Himno, por la escena...

Dé a los aires la flauta de Argensola
su arrullo columbino: regio porte
tiene, ceñido de irisada aureola,
el soneto triunfal, como una ola
que se tiende a las plantas de la corte.
Brame la apocalíptica trompeta
de Herrera sin rival; así al olvido
rodará el arte vil que lo sujeta;
y batirá sus alas al poeta,
sobre las muchedumbres suspendido...

¡Oh musa, vuelve en ti! ¡Deja que el alma
repudie el falso amor! ¡Teme el halago
del absintio falaz! ¡Da luego calma
de tus morfimanías al estrago!
Porque quizás si Jove poderoso,
a modo de Jehová, viendo tu ejemplo,
prefiera de las tumbas el reposo
a tus profanaciones en su templo;
y herido en su poder, desde la altura,
cual en la noche de Pompeya, hastiado
de mirar revolverse tu hermosura
en el candente lecho del pecado,
al ¡Hágase la Luz!  reemplace luego
con voz que diga, en la asombrada anchura,
como trueno de horror: —¡Hágase el fuego!

autógrafo

José Santos Chocano


«Selva virgen» (1898)

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