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DESTIERRO, OFICIO

Es siempre torpe e inútil la experiencia,
más aún quizá como la memoria la conserva
y aunque un yo suele ser el más para quien lo firma
(en mi humilde caso más solitario, más jodido)
creo poder afirmar que no porque no sepa
cuándo sucedió ese tiempo, pues la adolescencia
es de los pocos olvidos que me queman,
va a dejar de ser cierto que escribí
más radiografías que nadie, radiografías
con las que quiero decir sombrillas,
aros de circo, murallas
y a veces metralletas.
Que las escribí o soñé y cómo empeñé mi vida
escribiendo en jóvenes veranos
varias novelas inconclusas
que octubre mutilaba y disponía
sobre el roñoso radiador
de al lado de mi mesa.
Que escribí o que soñé y me tuve
y que quizá por no tener nombre
a través del papel luché
por reconocerme en alguno y poder
sobre los márgenes marcar con tinta roja
lo que la vida me iba negando,
lo que la sucia vida me iba perdiendo.

Pero la verdad de que desconozco ya ese tiempo
me anula cualquier otra neblinosa certeza
y ahora sólo mastico horas en los bares
y precinto con gran cuidado los teléfonos.
Ahora mastico horas y bares sobre un cementerio de teléfonos,
vagamente miro cómo sin brillo ni sufrimiento me veo
y hasta he dejado de preocuparme por saber
hasta qué punto el alcohol me cerca
y lo que desde luego ya para nada me entretiene
es el pensar de vez en cuando
qué curioso sentido puede ocultar el trayecto
que hace que antes de impuesta
la derrota sea una ética —y que tal vez por ello
la vida considera al fin moral el imponerla.
Y ahora que nada de eso me preocupa ni me ocupa
sólo bebo y sólo no escribo, ahora, mientras
la vida se apelmaza y se desliza, mientras se amansa
—¿merengue sucio que fue niña?— y ya no es nada
o mientras con un por lo general aceptado dolor
conozco que no me quedan patrias ni acogidas
y que ya será otro el que espere y crea
en el iluso momento en que unos labios
consigan imponer de nuevo
un mínimo sentido al mundo,
ahora, en este siempre mientras
solo bebo, sólo no escribo.

Vuelta:

Porque nada se ha hecho o nada queda
de cartas y puñales
o distancias sobre piernas;
porque a ninguno de tus nadies le interesa
redactar tímidas tumbas, vacilantes elegías
sin drama y sin lirismo, un poco también por esto
tú sólo bebes y silencias y es más que probable
que vayas a seguir haciéndolo
a poco que tengas en cuenta que no sabes
si alguna vez encerraron la verdad de una música
lejanísimos poemas; que si fue así en todo caso
tú no la recuerdas y que intentar recobrarla
te da una aplastante pereza y —hay que ser sincero—
ya del todo ajeno te resulta el modo
en que un alma se exploraba
desde y contra el miedo.

autógrafo

Santiago Montobbio


«Hospital de Inocentes» (1989)

inglés Translation by George McWhirter

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