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CONFESIÓN MUY ÍNTIMA A LA LANGOSTA

A Isis Wirth, años más tarde

Siempre habrá un plato exquisito que nos separe
y tu lengua abrirá un océano
intuyo la mentira en el horizonte
y esa estrella ecuánime que me delata como mujer asaeteada
no nos equivoquemos
habrá un helado una bebida un vicio
que nos detenga en una época de lujo
Tú llevas la arrogancia del hombre maltratado
yo la brusquedad del guante como exceso en tu brazo tibio
Yo sé que cuando suene el teléfono echaré la cabeza hacia atrás
y contemplaré el reloj alojado en la sonrisa
Siempre habrá una espera complaciente
un marisco asado y fois gras para robarnos los labios
una discoteca donde tomarme la mano fue el manifiesto de la oca
Ahora en las repisas he sustituido el agua por el vino
y tengo mil maneras de impulsar los manifiestos
como ésta de despedirme aludiendo a tu nariz judía
para evitar la confesión natural del «je t’aime»
Siempre habrá un árbol junto a la ventana
una prehistórica manera de eludir el compromiso
rechazando la langosta como cebo en el anzuelo
Estamos bien en lo cierto
tú no eres un hombre que aspira a un escaño en el Parlamento
yo nunca seré me niego por millones de chansones
saxofón y golondrinas
a ser una mujer desnuda frente a la prensa extranjera.

autógrafo

Zoé Valdés


«Cuerdas para el lince» (1999)

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