Declaro que se ha muerto y que su tumba
está dentro de mí; soy su mortaja.
A nadie se enteró porque su tránsito
descanso fue de locas esperanzas.
Rodean el contorno de esta fosa
—caliente está la vid que escala muros—
los pámpanos más tiernos y jugosos
que arrancan del silencio su tumulto.
Carmen Conde