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DESCRIPCIÓN DEL NACIMIENTO DE LA AGUA, CUEVA QUE JUNTO A GUADAÍRA HACE OSTENTACIÓN DE UNA FUENTE, QUE NACE EN SUS CAVERNAS
OCTAVAS

Yace de blanca candidante suma
el sacro Guadaíra donde el viento
venerando los cisnes de su espuma
fragante afecta adulador aliento,
a quien volantes cítoras de pluma,
con voz celebran blanda y dulce acento,
prodigios sí del celador de Juno,
majestad a la gloria de Neptuno.

No induce anhelamiento cristalino
de luciente zafir el lento imperio,
ni dando ejecución a algún destino
escala al Euro y trepa al Hemisferio,
con cerúleo ambicioso desatino,
orlado de un ameno cautiverio
nevadas olas de cristal desata
en corvo curso de brillante plata.

El alabastro móvil se acrecienta
con el despojo de una peña fría,
que con discurso natural ostenta
parto a las perlas y halago al día;
cándida cinta enlaza, aunque violenta,
el coral y marfil que el prado cría,
siendo la pena rústico elemento
de espejos diamantinos nacimiento.

Robusto al promontorio lisonjean
con dulces cantos aves peregrinas,
del arroyo los márgenes rodean
bañándose en sus perlas cristalinas;
ya se ausentan, ya vuelven, ya gorjean,
de canoro marfil tiernas vocinas,
y llegando gloriosas a beberlas
en música les pagan tantas perlas.

Mórbido palio de Favonio cama,
brújula Febo opaco señorío,
defensa verde de la ardiente llama,
florida tumba es al seno frío;
trepa ambiciosa fugitiva rama
guarnece el toldo ameno poderío,
alcobas fabricando de esmeralda,
verdes rodelas, pompa de la falda.

Báculos de coral, a quien conserva
el espacio diáfano de yelo,
calzan diademas de mullida yerba,
a quien burla falaz el arroyuelo,
Tántalo que sin culpa se reserva
del trasmontado rápido consuelo,
hollada alfombra de los pies suaves
de enamoradas y celosas aves.

Nocturna entrada con rumor canoro,
objetos no a la planta vivifica,
prevenido respeto a su decoro,
que a la negada plata significa
la arena del Pactolo invidia el oro,
que este prodigio bello multiplica,
y luego en folios de lucientes flores
con hidras transparentes ciñe albores.

Humilde el vientre cóncavo apetece
lo que Apolo a Diana limosnero
entre celajes de zafir ofrece
luz a la noche, antorcha al pasajero;
oscuro caos, sombre que anochece
al que ve su artificio lisonjero,
si de fúlgido nacar argentado.
de madeja de Venus coronado.

No tan bello el licor claro y luciente
que Gargafie en la cueva ostenta airoso
adonde vido licenciosamente
un Príncipe bañándose a una diosa;
no escapó a su osadía diligente
en tal acción satisfación piadosa,
pues ciervo ya sin voz con ligereza
tiñe sustento a canes la maleza.

Un oscuro temblor nube al luciente
de Dafne amante de desprecios ciega
mariposa a la luz resplandeciente,
muerta permite terminar la cueva,
origen de la cándida corriente
que tantos de Eco ingratos tierna riega,
adonde está con apacible estruendo
Neptuno por las peñas escupiendo.

No fijas mil estrellas coronaban
rústico el techo sordo, que a porfia
cuanto ellas más aprisa se aumentaban
tanto a ella más de sí las sacudía;
al fin el llanto ameno que engendraban
es de ausencia del sol, padre del día,
y en oscuros y trágicos enojos
lloraba allí con diferentes ojos.

Pierde su nombre en el raudal que admira
el sacro Betis, pues de cuantos bebe
con el dulce apacible Guadaíra,
que infausto río a competir se atreve,
con paseo veloz, que el orbe mira,
camina una vez plata y otra nieve,
y la nieve y la plata son espejos
de Apolo rubicundo a los reflejos.

Laus Deo

autógrafo

Cristóbal de Monroy y Silva


Impreso en Sevilla por Simón Fajardo (1633) BNM R. 11.117

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