LA LLAMA
Si yo te hubiera dicho;
si tú hubieses oído...
Pero no pudo ser, no puede ser.
Y tampoco es preciso
evidenciar la llama, verla arder.
Alienta pura y su existir nos basta.
Sólo en lo más secreto de tu pecho y el mío
—a salvo en lo más hondo, sin palabras—,
la sabemos los dos,
dentro del alma:
esa oquedad tan llena de nosotros
donde vibra la vida, donde el silencio canta.
Eloy Sánchez Rosillo