SALMO VI
¡Que llegue a tanto ya la maldad mía!
Aun Tú te espantarás, que bien lo sabes,
eterno Autor del día,
en cuya voluntad están las llaves
del cielo y de la tierra.
Como que, porque sé por experiencia
de la mucha clemencia
que en tu pecho se encierra,
que ayudas a cualquier necesitado,
tan ciego estoy en mi mortal enredo,
que no te oso llamar, Señor, de miedo
de que quieras sacarme de pecado.
¡Oh baja servidumbre:
que quiero que me queme y no me alumbre
la Luz que la da a todos!
¡Gran cautiverio es éste en que me veo!
¡Peligrosa batalla
mi voluntad me ofrece de mil modos!
No tengo libertad, ni la deseo,
de miedo de alcanzalla.
¿Cuál infierno, Señor, mi Alma espera
mayor que aquesta sujeción tan fiera?
Francisco de Quevedo y Villegas