ETERNIDAD
Ni cuna ni sepulcro. Mi existencia
sobre la misma eternidad se mece.
Yo fui como ese río que aparece
total en su veloz impermanencia.
No tuve rostro. Fui la inflorescencia
que no se apoya en la raíz y crece
lo mismo que la vida, y atardece
sin ninguna mortal equivalencia.
Ni cuna ni sepulcro y tan cercano
como la tierra misma sin un velo,
desnuda ante el amor del hortelano.
Comenzó mi destino en el deshielo
de las cumbres y acaba en lo inhumano
de una terrible claridad de cielo.
Germán Pardo García