A cada instante un hombre de madera
A cada pulsación siento que cae
A desandar los pasos del olvido
A estos residuos de rincón me aferro
A Lope —el amador— preguntaría
A ti, siempre hacia ti, tierra cercana
A unos cuántos kilómetros apenas
Agua de soledad que yo he bebido
Agua y espuma el aire jerarquiza
¡Ah del mundo que amé, tierno y sencillo!
Aire de junio. Trémula dulzura
Aires, ¡Cómo me habéis sacrificado!
Al fin octubre, asordinado y lento
AL GRAN POETA ESPAÑOL Leopoldo de Luis
Al pie de la montaña el pueblo mío
Al pueblo doy lo que del pueblo activo
Alguien sufre en la cruz de una alambrada
¡Alguien toca mi mano en este instante!
¡Algún día seré como la astilla
Allá en mi juventud yo fui un hachero
Allí la verde sangre de las plantas circula
Alto el amor, surgía en mis desvelos
Altos, desnudos riscos, que desde la meseta
Amar en ti mientras las altas rosas
Ángel de la quietud, que pulverizas
Ansío la Esperanza y la reclamo
Antes iba mi espíritu hasta el fondo
Apenas si distingo a las criaturas
Apresuran las altas sementeras
¡Aquí estalló la luz!, dirán un día
Aquí Miguel, el que castrar sabía
Árbol diuturno, coterráneo mío
Árboles que adornáis la orografía
Así: vara gramínea que trunca se rompe
¡Átomo que flotabas en el seno
Avanza hacia las costas airado y enemigo
Avión volando sobre el mar latino
Brillar es mi destino. Soy lucero
Búscame en unas playas, inmortales
Caballo volador: bridas cruzadas
Cada vez que padecen mis cantares
¡Candeleros mugrosos, pata coja
Cansado de la cumbre y la llanura
Cántico de los cánticos. Triunfales
Cátedra celestial, en Salamanca
Centauro al sol, mi cuerpo ya tolera
Cerca de los pisados sardinales
César venció. Y el campo de batalla
¡Cien espejos clamando el nombre mío!
Claros silencios y genuflexiones
Como en la tarde el águila declina
¿Cómo invocarte si tu nombre ignoro?
Como la estrella azul de los pastores
Como la luz al corazón despierto
¿Cómo logras entrar a la morada
Cómo recuerdo al abundante río
Como se amansa a un tigre, a una pantera
Comprendí todos los leales libros que tuve entre las manos
Con mi vocabulario terrescente
Con palabras tranquilas, armoniosas
Con un poder de savias seculares
Con Vicente Aleixandre y a la orilla
Conmoción de las noches estivales
Coral que oceanizaste mi destino
¡Cuán profunda la rosa purpurina
¡Cuando el átomo incendie nuestros huesos
Cuando el bisonte salga a la llanura
Cuando el silencio cubra los pinares
Cuando el sueño abisal roce tu frente
¡Cuando escribo en la noche, al otro día
Cuando hablo de matar nombro la espada
Cuando Juan esperanza de la tierra
Cuando llega la noche yo me alerto
Cuando mi sangre esclava deje de moverse
Cuando mi ser no exista, a las riberas
Cuando murió mi madre yo tenía
Cuando por sierras de Loreto el día
Cuando salto a la vida en la mañana
¡Cuando se aje la tela que me inviste
Cuando se encuentre lista la montaña
Cuando te conocí, por vez primera las águilas
¡Cuánto gozo, criatura estridularia
Cumplía la compulsión de mi destino
Daba la tierra sus efluvios tiernos
—¡Dame esa figurilla niquelada
De allá saliste, de las brumas blancas
De hinojos le pedías: ¡no me dejes!
De mi cuerpo-crisálida y la fosa
De mi sabiduría es lo más alto
«¡Decíale el faisán a la abubilla...!»
Dejad que el viento cumpla sus destinos
Déjame acariciarte, bestia ruda
¡Desde este proyectil en el que sueño
Desde las cumbres heliconias mira
Deslúmbrame con otras maravillas
Detiénese la vida en este instante
Detrás de los pacíficos cipreses
¿Detrás de qué pirámides huiste?
Diciembre activo en las recientes eras
Divulgué con pasión lo que sabía
Dolor antes por mí nunca sentido
¿Dónde están las columnas de alabastro
Él amaba a la doncella, esquiva
El día que la flor lance un gran trino
El instante supremo, el esperado
El mágico esplendor de un espejismo
El muerto es sabio porque ya no piensa
El mundo del pavor, el mundo armado
¡El oculto ignorar fue mi castigo!
El temor de arruinar este momento
En esta casa el poblador amigo
En este cáliz campesino vierto
En este momento hay un hombre herido en algún lugar del mundo
En la amistad de México he vivido
En la casa que al linde soberano
En la constelación de cal y canto
En la dulce magnolia cotidiana
En la noche mural nada se mueve
En la perplejidad de la laguna
En la profundidad del pantano, atardece
En la puerta frutal de mis sentidos
En las brumas de Londres algún día
En tu amistad abierta cual tu mano
En un diario cualquiera estoy leyendo
En unas bajas islas de llanto y de corales
Encláustrame en tus iris si a ti llego
Encontré la grandeza en lo pequeño
Endáliame las manos. Naranjiza
Entre dos guerras deflagró mi vida
Entre dos guerras transcurrió mi vida
Entre la espada y la pared no había
¡Equilibrio central que me sostienes
Era lo justo: esclavitud o vida
Es el instante en que la sumergida flor del tacto
Es el relato fiel de la pavesa
Es en la noche cuando el astro avanza
Es la voz del hombre en la noche
Escribo de rodillas porque creo
¡Escúchame explorándome la frente!
Ese abuelo fue un toro. Carnadura
¡Espíritu del Mal: si eres hiriente
Está en la voz, y es arpa de su acento
Esta es la nube que a la azul serpiente
Esta porción de fragmentaria leña
Está sobre el clavel tan extasiada
Esta vez no fue al campo de las grandes batallas
Estás presente en la verdad inmensa
Este ciego vigor de la sangre sombría
Este dátil dulcísimo y la blanda
Estoy buscando lentamente una franja de tierra
Estoy cierto de ti, de humanizarte
Estoy solo en mi júbilo y la frente
Estuve alguna vez en esas zonas
Existe una palabra para sentir la intensidad del dolor del hombre
Filas de humilde y andrajosa gente
Flaco de soledad. Lentes espesos
Flavos iris de luz dan a lo inmenso
Frente a la majestad del Chimborazo
Fuerza del tiempo. El trino que florece
Fui descarnando voluntariamente
Fui el huésped vertical de la calleja
Fui en esa casa el hijo bienamado
Fulgen como panteras excitadas
Gauguin pintó. Y la carne desteñida
Había nacido agricultor. Y un día
Hablo contigo, oh Muerte, en la dulzura
Hablo de una presencia desolada
Hace mucho que rondo las palabras
Hasta ese flanco del bastión andino
Hay en Colombia inmensas llanuras desoladas
Hay sangre en las estrellas, sangre viva
Hay un sitio en el mundo, ¿en dónde, en dónde?
Hay unos seres que conocen cada
He aquí la mesa. Aún sobre el olvido
He aquí manifestada mi potencia
He de tornar al Ser súbitamente
He de volver. No sé cuándo ni cómo
He estado combatiéndole con mi rencor de rocas
¡He llegado a un talud en mi aventura
¡Herakles, ven! ¡El mundo necesita
HERMANOS DESPIDIÉNDOSE ANTE EL MAR
Hiéreme ¡Oh noche! y abre tus colmenas
Hímnico padre: los que nacemos y morimos
Himnos de sol y paz. La tarde airea
Hombre del agro y del costal austero
¡Hombre sencillo que tu pan coccionas
Hondos lirios de sombra penitente
Huele la sombra a sexo que reclama
Huelga de barrenderos. La basura
Humano sí, encarnadamente humano
Húmeda en los sitios más secretos
Indúceme a tocar las cabelleras
¡Insensible al amor sobre una roca
Jamás tuvo la luz tanta blancura
Juan era el nombre más distribuido
La belleza es Verdad. En su escritura
La derrota, el rencor y la tristeza
La espiga maduró para la siega
¡La herida de la luz sobre la frente
La humildad de la tierra está presente
La luz es alimento como el trigo
La pascua se perdía y los aleros
La paz sea contigo hasta en las guerras
La sangre de los muertos hortelanos
La sombra es lo más fiel a este ser mío
Lanzo mi cuerpo a trascender sobre la playa
Llamas de angustia en el altar desierto
Llena la tarde está de álamos grises
Llena mi casa está de la alegría
Llovió toda la noche. Un solo río
¡Llueve en la madrugada, llueve, llueve!
Lo que hallaste en la mesa, justamente
Lo que os voy a decir es sólo un cuento
Los ángeles ingleses, porque hay ángeles
Los ángeles de vidrio que he formado
Los hombres del Desierto somos raíz del Génesis
Los huesos de mis plantas bienheridas
¡Lucrecio Caro! Y el genial poema
Manos de las tormentas, pero mudas
Mansión de pena. Atribulados muros
Maravillosos ángeles sin llanto
Más allá del Silencio la Armonía
Más que a un lucero del pastor, mi asombro
Me aguardabas, rencor. Y arteramente
Me asedia y se convierte en mariposa
Me derrotó la claridad. No pude
Me iré sin amargura y como suele
Me place confundirme con las masas
¡Me podría elevar como esa vara
Mi alma en los balcones vespertinos
Mi cuerpo tuvo creces alojadas
Mirad mi dicha sórdida. Por un instante, os digo
Mirad mis utensilios de trabajo
Mis acontecimientos primordiales
¡Mujer de los sinfónicos veranos
Mujer naturaleza: así te llamo
Mujer plena de luz como el estío
Nació al azar en el terrón de Milos
Nada de ti. Tu ser es semejante
Nada inmisericorde: tu cáliz aparece
Nada supe de mí desde el instante
Nadie dirá que en esta misma mesa
Nadie tiene la culpa del fracaso
Navegaré por mares levantiscos
Ni cuna ni sepulcro. Mi existencia
No amenaces ¡oh Vida! con herirme
No basta que el otoño me confirme
No conocéis la soledad. No es eso
¿No es el invierno imagen de la Muerte?
No hay ángeles contigo. En tu presencia
No me juzguéis porque mi cuerpo duro
No obstante cuando sueño se desborda
¡No puede ser! Y sin embargo, ocurre
No se ven mis heridas. Cuando entrego
No tiene prisa y va por su camino
¿No veis que tengo el corazón transido
Noble sabor que da de sí la tierra
Nocturno encuentro. El callejón parece
Nuestros fieles sentidos ¡cuánto fallan!
Nunca diré que el aire es enemigo
Nunca salían del humilde templo
Oh sangre, oh sangre: al corazón sumido
¡Oh selvas delirantes de mi infancia
Oídme: Soy Adán Tierra Quemada
Oigo una voz que nunca había escuchado
Os quisiera implorar: ¡emancipadme
Otoño azul en las doradas ondas
—¿Oyes gemir el viento en la cañada?
Pálpame como soy. No alteres nada
Para que el cuerpo oscuro comprendiera
Partid mi corazón en dos mitades
Parva que la presencia del verano
Pasó como los lirios y las rosas
Pastor yo fui de reses hermosísimas
PAZ A LAS FIERAS DE BUENA VOLUNTAD
PEQUEÑA BIOGRAFÍA DE UN HOMBRE CONTEMPORÁNEO
¡Perdónanos a todos los que huimos
Perdura de tus símbolos, apenas
Pero abril alboraba y las banderas
¿Pero qué me descarna, quién irrita
¿Pero qué otra agonía más certera
Perro muerto en la calle, un can cualquiera
Por ese beso que me das, se queda
Por este azul fervor de mi rocío
Por no extraviarme en el reducto inmenso
¿Por qué mi faz se ve sin amargura
Porque a veces atlético me encumbro
¡Presiento que me estoy aproximando
Púlsame como un arpa. Fui una lira
¡Qué extraño poder transformador el de la noche sobre mis sentidos!
¿Qué fue de las amantes que redomas
¡Qué hermosa en tu vigor, hembra carnuda!
¡Qué miserables manos enemigas
¡Qué noche tan hermosa y tan divina!
¿Qué trajimos de allá? ¡Lascas lunares!
Recuerdo en mi ternura aquellos seres
Resplandece de hidrógeno y su llama
Reveladme el volumen y cuantía
Sanguinario y hermoso, parecía
¡Santo, santo, jazmín de las alturas!
Sé que a las puertas de mi dura casa
Semejante a un cuartel, mas sin soldados
Sentado en el pretil, en la tarima
Separa de mi ser todo elemento
¡Ser pescador mi triunfo hubiera sido!
Si batalla en mis dedos imprecisa
Si conozco tus vías, claramente
Si es necesario les daré a las cosas
Si estaba sola, diáfana y tranquila
Si hablo de los arcángeles sabedme
Si la sangre a los ámbitos fluyera
Si la vida me diera un verdadero
¡Si los brazos igníferos alzara
¿Si no fuera verdad esto que escribo
¡Si no lloviera más y si escampara
¡Si queréis escucharme, seres píos
Si tienes calidad de hombre y comprende
¡Siempre con el oído hacia las cosas
¡Siempre habrá una mujer-yegua cansada!
Sin embargo, tocad mi ser. Es duro
Soberano de esferas bifurcadas
Sobre el ara, que lívida sustenta
Soledad del amor que en su constancia
Sólo así me comprenda aquél que explora
¡Sólo el que tuvo entre su mano azada
Solo, enfrente del valle, con las manos cruzadas
Sólo ruidos de un orbe que despierta
Soy de la densidad, de lo más justo
Soy libre y tengo con mi tierra un pacto
Soy un hombre que busca la Alegría
Surgirá el corazón de su aislamiento
Tantas veces llamé, tantas y tantas
Te comparo con el último sol sobre las cumbres
Te espero en unos golfos enlutados
Te invita a su caballo cristalino
¿Te vamos a poblar, luna que hiciste
Temblor de rama que al dorado viento
Tener nombre de perro y que algún amo
¡Tengo fe en las ciruelas estivales!
Tenías que triunfar, noche divina
Titanes del Dolor. La angustia. El duelo
¡Toca este material, niño moreno
Toda una vida de vigor, y nada
Toda verdad fue dicha y todo trueno
Todo el poder que da la Poesía
Torno de recorrer el barrio obrero
Toro caudal que a la llanura impones
Trabajador en surcos inmortales
Transido de dolor y vulnerable
Trascienden las canículas en flamas
Triunfo de la alegría. Advenimiento
Tu corazón tranquilo, como el Este
Tú, explorador del Tiempo y sus clausuras
Tú, fétida llanura, no has podido
Tú me diste enseñanza de grandeza
Tú, que has vuelto del sur, ¿ves diferente
Tú rompes las distancias y apareces
Tú sabes lo que ignoro. Ves el mundo
Tus días son de sal, luz y corales
Un aire elemental de insomne terciopelo
Un ciego toro que angustiado brama
Un día, en la llanura castellana
Un negro; y un mantel blanco en la mesa
Un poco de aire, nada más, separa
Un puente ¿en dónde? Imaginario puente
Un sólo ruido, el más ligero ruido
Una brisa del sur, diamante frío
Ungió entre las adelfas su hermosura
Va a nacer el poema en este instante
Vacío el tiempo en su quietud inerte
Valles que amé: frugal harinería
Van hacia ti los taciturnos días
Ved al jazmín, al nardo y la verbena
Venid zenzontles de la selva oscura
Verdes montañas de la estirpe mía
Voces sin verbo que las cante. Humanas
Volaba hacia Inglaterra. Adolescente
Vosotros, labradores, cuando muera
Vosotros que me visteis almenado
Voy a pesar la sombra en mi balanza
Vuelvo a ceñir mis sienes desoladas
Vuelvo del infinito con mi herida
Y aprendí del negocio de la vida
Y el día que en los bosques aparezca
Y escúchome sufrir himno y herida
Y exploro mis arterias directrices
Y hablo aquí de la muerte con la misma ternura
Y tornas al altar con nueva herida
Y volaron los días y las cosas
Ya es agua nada más, agua del Este
Ya la naciente claridad del día
Ya mi cuerpo tenazmente se aferra
Ya piso tus fronteras. Ya circula
¡Ya, profundos amigos, coronados
Yo le honro en mi ser y le venero
Yo me enfrento a sus páginas abiertas
Yo, un iris por el viento, erosionado
Yo vivo de pequeñas vecindades
Zarpan con rumbo a orillas de la tierra clemente