ÁNGELES DE LA SOLEDAD
Un sólo ruido, el más ligero ruido
los pudiera alejar y una mirada
deshojarles la luz inmaculada
donde está su misterio suspendido.
Permaneced, arterias, sin latido.
Labios míos, callad. Mano agitada
por el Verbo: quedad inanimada.
Un sólo ruido, el más ligero ruido
los pudiera ahuyentar. Un movimiento
de mi espíritu herirles. El aliento
de un turpial afligir su delicada
soledad y el dolor me mataría.
Alondras del arrullo: aún no es de día.
Alondras: aguardad la madrugada.
Germán Pardo García