AL GRAN POETA ESPAÑOL Leopoldo de Luis
Entre dos guerras transcurrió mi vida.
Entre dos apogeos del estrago.
Dos guerras grandes. Más que el mundo mismo.
Antes de la primera yo fui blanco.
Después de la segunda ya tenía
el color de la pólvora tatuado.
Antes de la primera iba desnudo
a orillas de los ríos, por los llanos
frumentales . Después de la segunda,
cota de malla y corazón blindado.
Olía el musgo a jeta de leona.
Los arroyos a orines de caballo.
Antes de la primera no tenía
temor del fuego, del rescoldo humano.
Durante la segunda, intensamente
los tuétanos salidos me quemaron.
Pude sobrevivir arrebatándole
a un muerto su sepulcro. Y empujándolo
como a un costal de pútrida materia,
lo eché del foso y me escondí en su espacio.
Después clamaban o millar de voces
que yo era resurrecto. ¡Y me apedrearon!
Antes de la primera, sin recelo,
como se ofrece un pan, daba la mano.
Después de la segunda la escondía.
Antes de la primera, noble el paso,
cual de un hombre sencillo que confiara.
Después de la segunda, un brinco largo
de tigre hambriento. Vida bifurcada.
¡Ni siquiera me duele recordarlo.
Carezco de dolor. No tengo triunfos
ni dignidad y soy uno de tantos
delincuentes de que hablan las noticias
cotidianas, un nadie, un ser tarado.
Lo demás que pudiera referiros,
es aún más torpe, sórdido y extraño.
¡Intimidad inverecunda y ruina!
Mi rostro no es auténtico. Es el falso
que ya todos tenemos. Y conmigo
llevo un papel. En uno de sus ángulos,
mi único dirección. ¡No es verdadera!
Teléfono ficticio y un retrato
que más bien es la máscara de un hombre
deliberadamente equivocado.
¡Alama y figura, nombre y domicilio,
todo simulación, todo bastardo!
¡Lo que sé y lo que ignoro y lo que nunca
podrá saber, y el sueño y lo insoñado!
La sucia cabellera hasta la espalda.
¡Un infeliz andrógino barbado.
Mas pudieran servirme estas señales,
si algún día vulgar, un día amargo,
sin fecha, como hay otros en la vida,
sin deshonor ni gloria, un día opaco,
yo me muero en la calle como muere
sobre el gris callejón un perro anciano.
Madrid, 5 de mayo de 1969
Germán Pardo García