CREPÚSCULO
¡Hora de bendición, hora de calma,
cuánto places al alma!
Los recuerdos de un bien desvanecido
ha largo tiempo ya, su faz doliente
levantan de los muros del olvido
y a reposarse vienen en mi frente.
Dulce, inocente, bella y amorosa,
sueño feliz de juvenil deseo,
entre las nubes de topacio y rosa
de mi primer amor la imagen veo.
Y en lontananza, deshojando flores
de exquisita y purísima fragancia,
con las vagas memorias de mi infancia,
los delirios sin fin de mis amores.
Con dulce y melancólica sonrisa
a mi se acercan los fantasmas bellos,
y juegan al pasar con mis cabellos
como ligera y perfumada brisa.
Uno me llama su primer amigo,
otro me nombra su primer hermano,
y uno muy bello, al estrechar mi mano,
me dice: «Siempre viviré contigo».
Y se alejan después, y mis deseos
su vuelo siguen con alado paso,
mientras en los vapores del ocaso
me fingen mis primeros devaneos:
Sueños de dicha, aspiración de gloria;
de amor, poemas dulces, ignorados;
pueblos libres; tiranos destronados...
¡Quimeras que aún adora mi memoria!
Y se acercan de nuevo en leve giro,
besando al paso mi abrasada frente,
mientras la luz, que muere en occidente,
me envía un melancólico suspiro.
¡Suspiro triste, de armonías lleno,
queja tal vez de un corazón que me ama,
postrer rayo quizás de aquella llama
que fecundaba mundos en mi seno!
Mundos de amor, de dulces armonías,
poemas encantados y risueños
que alumbraba, en el mundo de mis sueños,
el bello sol de mis hermosos días.
¡Volved, volved, espíritus amantes!
Joven aun, mi corazón palpita:
si enfermo estoy y como flor marchita
me veis, volved, espíritus errantes.
¡Volved, volved! Ya veo vuestras galas,
ya el pecho arroja su mortal angustia;
batid así sobre mi frente mustia
con tierno amor vuestras doradas alas.
Joven yo soy: el corazón valiente
es como roca por el mar batida.
Venid, llegad, tormentos de la vida,
¡siempre serena miraréis mi frente!
Ya de diamantes se tachona el cielo.
Fanales llenos de esplendor y gracia,
venid como después de la desgracia
nos vienen la esperanza y el consuelo.
¡Salud, puros ensueños de la mente!
¡Salud, bellos fantasmas del pasado!
Quien os tiene, jamás es desgraciado.
Venid a reposar sobre mi frente.
Uno se acerca y me apellida amigo,
otro me nombra con amor hermano,
y uno muy bello, al estrechar mi mano,
me dice: «¡Siempre viviré contigo!»
¡Cuánto places al alma,
hora de bendición, hora de calma!
Guillermo Blest Gana