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MÉXICO1

«Ya del robusto cuerpo las heridas
Agotaron su brío y fortaleza;
        Ya busca en su flaqueza
Por la voz de su gentes esparcidas,
El firme apoyo de mi brazo fuerte.
Con la discordia quebrantado, inerte,
México fácil se presenta al yugo:

Tendrá en mí su verdugo;
¡Castigo sea a su dolor la muerte!
Sus campos talaremos; sus vencidas
Ciudades derrumbadas de su alteza
Caerán con fiero estrago, y fulminantes
Las imperiales águilas triunfantes.

Desde Anáhuac2 el vuelo soberano
Desplegarán por uno y otro océano».
Dijo el perjuro y las soberbias haces
Apresta y los navios, y provoca
Con vil pretexto y fementida boca
        A segundarle audaces,
Al bretón recio, al español bizarro
De Cortés descendiente y de Pizarro.

Acuden, y con ellos los traidores,
Digno cortejo a la feroz empresa.
        ¡Reyes y emperadores
        En estrecha alianza
Con la mesnada ruín!... ¡Qué! ¿tanto os pesa
Movidos de ambición y de venganza,
        El ver cómo patente
Pende de la justicia la balanza
En favor de la América esplendente?
Ayer no más se alzó—sonriola el mundo;
El hombre fue mas libre; ilustres hechos
Levantaron su fama y sus derechos,
De su grandeza manantial fecundo;
¡Libertad! dijo, y los valientes pechos
De sus hijos la amaron, repitiendo
¡Libertad! y profética y tonante
        La alta voz resonando
        Por dilatadas zonas,
Al grito portentoso y retronante
Que cruzaba veloz por los espacios,
Sentisteis vacilar vuestras coronas
Y tembló el despotismo en sus palacios.
Temblasteis, sí, y a reparar la afrenta
Venís—¿mas qué buscáis? ¿qué cosa intenta
Vuestra aleve ambición? ¡mengua y desdoro!
Lo está diciendo el bronce que retumba
Allá de Puebla en el torreón alzado,
        Con furia contrastado;
Queréis que la República sucumba,
        Y avaros y rapaces,
        Al cavarle la tumba
De América explotar el gran tesoro;
Sembrar la guerra proclamando paces;
Tapar la infamia con montones de oro.
Tarde acudisteis por fortuna, tarde;
        Que la amazona airada,
        Al intento cobarde.
Se apercibe, se irrita, se estremece,
        Y rechaza indignada
        Las razones sutiles
Que solo entienden los gobiernos viles
De no acorrer donde el peligro crece.
La india de que Europa enamorada
Por su belleza está; la que se sienta
A ver rodar al margen de sus ríos
        Las piedras preciosas
Con que vuestra ccdicia se apacienta;
La que alarga las manos generosas
Al extranjero huésped a quien ama
        Y a quien hermano llama;
Que tendida en su hamaca, rumiando
Sus nobles esperanzas, el perfume
De la selva aspira; —al torpe asecho,
Insultada en su fe y en su derecho,
El águila imperial dejará implume.
Brava saltando del flotante lecho.

Siéntelo así el bretón y retrocede,
        Y con noble civismo.
El que a ninguno en el valor le cede,
Renimcia al triunfo y se venció a sí mismo
También el claro capitán hispano,
Prim magnánimo digo, no queriendo
Mancillar de sus armas la limpieza,
Que la prez del valor no alcanzó en vano,
Ve el robo, y la traición y la mentira
Y el brioso pecho rebosando en ira
De México se aleja y lleva a España
Trocada en amistad la ardiente saña.
        Así tu repitiendo,
        Gran conde, la hazaña
Que ha llenado la historia con su estruendo,
¿Qué importa si el traidor tu acción impreca?
La dulce patria del antiguo azteca
Venció Cortés entrando y tú saliendo.

Quedó solo el francés, mas no sus naves
A incendiar se atrevió, como aquel grande
Y fiero castellano que en un tiempo
Se abrió a Tenochtitlan ancho camino.
Con más prudencia, espera que cargadas
De espléndido botín serán en breve,
O guarida a sus haces destrozadas.
César ordena que acometan ¡César!
        Parodia del romano
En quien llegar era vencer; aqueste
Huelga y triunfa en París, y sus legiones
        Del suelo mexicano.
Mientras él se harta, muerden los terrones.
Pesándole la espada de la Francia,
La trueca por la pluma, y borronea
        Del héroe de Farsalia,
        De aquel rayo de Italia,
En ocio blando la tremenda historia,
Porque le alumbre en el rincón oscuro
Que tendrá en el panteón de lo futuro,
El sangriento esplendor de su memoria.
Mas no del porvenir las áureas puertas
Al crimen coronado están abiertas:
        ¡Empínate pigmeo.
Pues por más que te busco no te veo!
Obediente a su voz su hueste avanza
De su marcial orgullo haciendo alarde,
Soltando a su altivez las flojas riendas,
Al triunfo cierto en júbilo rebosa:
«Voy a México, dice, a alzar mis tiendas,
Y en su sepulcro a colocar la losa».
¡Crueles! seguid y encontrareis el vuestro.
México está de pie, Lázaro vive;
La libertad tocole con su vara;
        Desde los altos cielos
        La bendición recibe,
De Guerrero, de Hidalgo, de Morelos,
Y a defender sus lares se prepara.
Con denuedo el inválido, la furia
Del invasor y el ímpetu sujeta;
Del profanado hogar sabrá arrojarle
        A golpes de muleta.

Y tú el primero, ínclito joven fuiste,
Zaragoza inmortal, quien contuviste
Su ira embravecida, que a tu nombre
Que despierta un recuerdo sobrehumano,
Sintió la sangre helada; y magno, y triste,
Gimió en la tumba el tío del tirano.
        Como el viento impetuoso
        Barre las ondas fieras
        Del golfo proceloso,
O esparce las espigas en las eras,
        Los contrarios huyeron
A tu terrible empuje, diligentes,
Y el Dios de majestad «quebró los dientes
A los que el freno de su ley mordieron».
¡Zaragoza! ¡oh ilustre y alto mozo,
Segado en flor a la brillante gloria
        De tu insigne victoria!
Tú caíste, mas vive entero, ardiente,
Tu espíritu sublime en tus hermanos.
Juárez, Ortega, Comonfort, cien otros
Cuya fama voló de gente en gente,
Blanden la espada que vibró en tus manos,,
        Y porque al mundo asombre,
Cual presagio feliz, Puebla eminente,
Se hizo heredera de tu excelso nombre.
Ya la hueste imperial pávida y rota,
Repuesta del espanto en largo plazo,
Vuelve al combate y vuelve a la derrota.
        Del libre en la muralla
La muchedumbre indómita se estrella
Del bando usurpador; rudo la embiste
Y ceja y cía rechazado; en tanto
La América a sus mártires incensa,
        Y de México asiste
Con el alma anhelante a la defensa.
Dando lauro a los unos y a otros llanto.

¿Qué haces tú mientras, Francia, vieja leona,
Cubierta de gloriosas cicatrices
De que tu genio militar blasona.
Soportando una mosca en tus narices?
        ¿Cuando pues estornudas?
¿Cuando rompes la red con que te amarras,
Y despedazan tus potentes garras,
De tu acendrado honor los torpes Judas?
¿Acaso es tu bandera
La que se oculta en el combate? ¿acaso
De la ciega soberbia participas
Del déspota grotesco que en ti impera
        Cuando sueña iracundo.
De Zaragoza, rota en los escombros,
        Puedas llevar un mundo
Como el manto real sobre tus hombros?
        ¡Ea vieja leona,
Sardanápalo al circo te condena,
        Contigo se divierte
Víctimas arrojándote a la suerte,
Y devoradas, riendo te aprisiona;
¡Ea, pardiez, sacude la melena,
Y entiérrale en las sienes la corona!

        América te envía
Su consejo de paz: si en son de guerra
Vienes, entonces se alzará bravía
Y en su pujanza asombrará la tierra.
Triunfará Anáhuac; las dolientes almas
De los impíos que mueven sus trastornos
Por Mixitli, Dios fuerte, confundidos.
Del Popocatépetl en las cavernas.
Rebramarán en los mugientes hornos
Derribadas a angustias sempiternas.
Iva República al fin verá cumplidos
Sus destinos egregios: Zaragoza
De un mundo colosal primer baluarte,
Del derecho elevando el estandarte
No puede ya caer—caerán sus muros,
Y transformada en noble monumento
Que recuerde su gloria y su tormento,
Será eterno baldón a los perjuros.
¡Cualquiera de sus piedras calcinadas
Servirá a lapidarles, arrojadas
Por manos libres a su frente adusta,
Y la que Puebla fue, de heroismo ejemplo.
        En su triste augusta.
Podrá no ser ciudad, mas será templo!

autógrafo

Carlos Guido y Spano


1 El nombre de México es de origen indio. En la lengua azteca significa «la habitación del Dios de la guerra» llamado Mexitli o Hultzilopochtli.

2 La palabra Anáhuac significa «cerca del agua». Clavijero.


«Hojas al viento» (1879)

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