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¡Aún vives, corazón! vives... palpitas...
¿Qué es esto, corazón?... te creí muerto...
¿Po r qué tiemblas así, por qüé te agitas
En tu sepulcro destrozado y yerto?
¿Acaso una pasión?.... me da pavura:
Si un tiempo resistí sereno y fuerte.
Me falta ya valor en la tortura,
Y otro dolor me causará la muerte.
Aun el amargo dejo hay en mi boca.
De ese cáliz fatal que apuré un día;
Hoy si mi labio, por mi mal, lo toca...
¡Oh, no lo quiera Dios!... sucumbiría.
Recuerdo pertinaz nubla mi frente;
Mi juvenil vigor siento agotado;
Quiero acabar siquiera indiferente
El valle que infeliz he atravesado
¡Silencio, corazón, duerme y olvida
Que fuiste niño y que sentir supiste;
La lumbre de tu fe se halla extinguida,
Duerme en la noche de tus dudas, triste!
Agonizante ardor, chispa postrera
Que por mi helada sangre se desliza,
No puedes ya existir, porque la hoguera
Que ardió voraz , se convirtió en ceniza.
¡Buscar aún la dicha en el camino,
Para encontrar al fin de pena tanta,
Solo el miraje que ama el peregrino ,
Y más se aleja, mientra s más le encanta!
¡Amor!... ¿buscas amor ? ¡delirio triste!
¿No está la llama de tu fe extinguida?
¡Amor! ¿lo crees aún?... ¿piensas que existe?...
¡Silencio, corazón, duerme y olvida!
1863.
Ignacio Manuel Altamirano