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A***

  ¿Quién del corazón responde?
Hoy juntos, mujer querida,
En la aurora de la vida
Nuestros destinos están;
  Pero mañana... ¿quién sabe
Do nos lleven las congojas,
Como de un árbol dos hojas
Que arrebata el buracán?

  Se evapora en este mundo
La esencia de los amores,
Como el frescor de las flores
En el calor estival.
  Y con el paso del tiempo
Se ahuyenta la fe del alma,
Cual se ahuyenta de una palma
El verdor primaveral.

  Tú me has jurado mil veces
Un amor tierno y constante;
Yo también te juré amante
Pura, santa, eterna fe.

  Pero quizá, irresistible,
Del hado la fuerza impía,
A olvidar rae obligue un día
Lo que a tus plantas juré.

  Tal vez, mujer, anhelando
A la de otro unir tu suerte,
Mi pecho hieras de muerte
Con tu altanero desdén.
  No hay que fiar en las ondas,
No hay que liar en los vientos,
Del alma en los juramentos,
De la vida en el vaivén.

  Hay un destino implacable
Que a nuestra vida preside,
Y que del hombre decide
La dicha y el porvenir.
  Contra esa mano de hierro
Nuestro corazón se estrella,
Y en vano lucha, porque ella
Lo subyuga hasta morir.

  Si a tal influencia, perjuros
Nuestras promesas rompemos,
Al destino obedecemos;
Culpas de él las nuestras son.
  Amémonos hoy; mañana...
En nuestro poder no cabe
Cumplir un voto... ¡quién sabe!
¡No se manda al corazón!

1862.

autógrafo

Ignacio Manuel Altamirano


«Rimas» (1871)
Libro III. Cinerarias


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