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IMÁGENES PARA UNA SORPRESA

¿Qué será el cielo y qué será el mar
Y qué serían las islas y los astros y todo lo que se halla
Ante los ojos de los hombres, y qué sería también
Esta música muerta de la lira, si yo no le diese el sonido
Y el lenguaje y el alma? ¿Qué son
Los dioses y su espíritu, si yo
No los proclamo? Pues bien, decidme
¿quién soy yo?


Hölderlin

¿Quién no teme la llama que es oscura?
¿Quién, porfi ado, no salva su universo?
Tiene la paz amurallada espuma
con que es ave ligera.
¡Ay, pero toda, toda luz se gana
al precio de nuestras tinieblas!
Plenarias las cosas nos reciben:
¿Quién propone la sorpresa?
¡Oh vocación de ver al mundo
completo!

                        *

Un trompo de silencio se rebela.
Es la creación haciéndose más grande que la muerte;
un gozar y un dolernos
de saber que no es más la pluma
que el esqueleto del vuelo.
¿Quién me inventa?, ¿qué invento?
Cada hora es un nido sitiado
y cada día así, con infinito,
a mi alma regreso.

                        *

No quiera la razón verse soñada
que entre mis manos tengo el corazón sembrado.
No rece su oración el sauce, cuando viudo
no tenga voz que le acompañe.
¡Ay, pero los huesos y el secreto!
Todo será como el sol cegado por el polvo,
triste el contento
y pobre de mí que también soy señalado,
pero más pobre el mundo
en el que a cada instante me convierto.

                        *

Y con plomo en la voz voy arrastrando
libre un tiempo feroz de cataclismo.
Avanzo con ritmo súbito de pez
(ahogado a veces)
o con luz recogida del fondo de un espejo.
Y no es verdad lo claro.
Va más allá la oscuridad constante.
El ser no es fábula,
sino la red del eco con el tiempo colmado.

                        *

Una lealtad de raíz para la tierra.
Un no sé qué de la amistad me llama,
veo señales como en la cordillera
la choza iluminada del leñador
que entre la savia se demora.
Y es leñador que en mí también se engendra
y tala tajo a tajo
la corteza y el viento de este cedro,
la sombra amarilla del planeta.
Porque si obediente el aire nos regresa,
porque si nace un musgo entre la carne:
la vida nos espera,
y aunque sea dolor habremos de cuidarla
con la fe de un ciego
que cuida su vista interior para que vea
sin soñar
la luz del día.

autógrafo

Juan Bañuelos


«Puertas del mundo» (1960)

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