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ESENCIA REAL


                        I

Como la diaria limpieza de la casa.
De igual manera que un muro recién construido,
con la duración de una estela maya
y la salud de los árboles y la fuerza de las lianas.
Así quiero caminar: limpio,
deshabitado y habitado sólo de semillas.
Destruyendo cárceles con la fuerza
y el verde
que heredé de la selva.

Mi sustancia no es ajena.
Brusco, el ritmo de tambores
irrumpe en el bosque de mis huesos,
se adelanta un jabalí de pena
entre la noche
y una flecha clava
su calidad de vuelo.
(Lejos los pájaros,
la savia es canto).
Y así se entierren los gusanos
en las huellas, tratando de pudrir
las semillas,
hay un pastor de sol entre los ojos
y un silbo de ardilla asustadiza
que va y retorna
donando el olor de la resina; inquieto,
lleva un cayado de lianas
y de asombro.
Con luz de piedra alumbro
mi alegría,
me desnudo del tiempo
y danzo en el rito del agua tranquila
Hay un césped familiar de dioses,
hay una vela de eternidad
que se resuelve en vida,
alguien presidiendo la dignidad del pino
y la verde altivez de mis bosques:
ríos de oculto portento,
limpios como la palabra
que comienza a descender
de su signo.
Y hay ámbitos de siglos
que reptan, vuelan
y tienen un destino. El mío.

Dentro de mí hay un mundo que habito.
Yo dejo en su telúrico sueño el grano
como esas hormigas nocturnas
que se llevan las flores
partiendo su fragancia.


                        II

No vivió la rosa más allá de su aroma.
No existió el pájaro más acá de su canto.
Jamás fue el agua dueña de su forma
ni existieron lágrimas fuera de su llanto.

Todo tiene su asidero.
Esperanzadamente me sostengo
en el aire, en la tierra, en el agua
y en el fuego.

autógrafo

Juan Bañuelos


«Puertas del mundo» (1960)

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