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MI MADRE Y EL RÍO

Casi humanos, los gritos de la noche se fueron.
Ella me alzó de un salto con su mano de estrella.
Fue tu risa tendida su primavera caricia
en mi aurora, ¡Oh mi río, consternado de ausencia!

Mis muñecas se hicieron de tus juncos morados,
mis cabellos de viaje, de tus ondas inquietas.
Ella no quiso verme si no rodando en oro
por el beso amarillo de tus aguas abiertas.

En tus fuentes nacieron, a la sed de los lirios,
las luciérnagas vivas de mi castas entregas.
Ella no fue trenzando mis espigas de sueños
para otra armonía que tu anhelo poeta.

En tus iras de agua te soltaba, las manos
enredadas al ancla silvestre de las piedras.
Ella quiso ver libre tus arterias paganas
para cuando mi sangre por tu cuerpo subiera.

Su sollozo en tus labios era brisa de pájaro
fatalmente intruyendo mi destino en tu senda
Ella te fue educando a mi amor, y fue blanca
en sus espaldas tibias nuestra cita primera.

Casi humanos, los gritos me penetran la carne.
Ella se fue, ¡oh mi conternado de ausencia!
Se me fue de las manos como rosa estraviada
y me dejó en el alma toda ella en esencias...

Nunca olvido tus ojos de paloma perdida,
cuando conmigo en brazas se tradaba en las yerbas;
vivia los sueños mudos de mi ingenio noviazgo
como una santa loca sujetada en la tierra.

¡Oh, mi río! ¡Oh, mi río! Por su amor me detuve
largas mañanas agiles a buscarte en la niebla,
por su amor fui buscandote en los rostros más puros,
hasta amarte en el hombre que logró mi consiencia.

Ella se fue ¡Oh, mi río!, como trino cerrado:
la siguieron mil pájaros recogiendo sus huellas.
Su capricho de rara soledad en mí tuvo
lluvias hondas, en pueblos de emociones inéditas.

¡Oh mi río! ¡Oh mi llanto! Vuestras aguas crecidas
se estarán encontrando ¡en qué mar de tragedia!
¡En qué suelo sin pájaros que liberten la angustia
estarán naufragando nuestras nubes inmensas!

¡Oh, mi río, tus ojos pueden más horizontes
que las brisas partidas de mis manos pequeñas!
¡Por tu anhelo de verte perpetuado en mi carne
busca el santo espejismo donde su alma se espera!

Ella sé que me quiere abrazar en tus brazos:
me lo dijo una noche, asaltada de estrellas.
Su ternura intangible traspasada mis formas,
y, ¡Oh mi río! es la hora de adornarle la senda.

¡Oh los gritos humanos! ¡Cómo parten mi sangre!
¡Oh mi río, libertala de su ancla de tierra!
No le digas que sigo atajada en el suelo.
Que me busque en los astros o en la voz de las selvas.

autógrafo

Julia de Burgos


«El mar y tú» (1954)
Los poemas del río


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