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MEDIODÍA

Deslumbra el sol en la mitad del cielo;
mares de luz desde el cenit envía,
y ante su rayo abrasador, el hielo
se torna en llanto en la montaña umbría.

Es hora del trabajo; en las ciudades
recomienzan los hombres sus tareas;
y el humo entre infinitas claridades
brota de las negruzcas chimeneas.

En los lagos las náyades a solas,
flotan cual sobre piélagos de llamas,
y los peces ostentan en las olas
el oro y el azul de sus escamas.

Óyese el rudo golpe del martillo
sobre el ascua que cruje y que se queja;
y en los prados la voz del caramillo
hace dúo al balido de la oveja.

Arde la tierra; el ave se guarece
bajo las verdes y tupidas frondas,
el trigal brilla y ante el sol parece
sordo huracán de cabelleras blondas.

Hunde el gañán la deslumbrante azada
en el surco que el rojo sol caldea,
en tanto que a su frente retostada 1
de sus cabellos el sudor gotea.

La brisa abochornada finge amores
y se aquieta y se esconde en los pensiles;
se oyen besos de aromas en las flores
y rugidos de amor en los cubiles.

Besa una flor la abeja: el delicioso
néctar la flor le da con embeleso,
y la abeja borracha y sin reposo
va en busca de otra flor y de otro beso.

Es hora del calor; vagos efluvios 2
de lujuria dan brío a las faenas;
la luz arde en los cielos en diluvios,
y en diluvios de fuego arden las venas.

Ansias incomprensibles se desbordan
de los vírgenes senos; flotan mares
de luz en las pupilas, y se asordan
en el fondo del alma los pesares.

Bullen las savias; los retoños nuevos
revientan en las vírgenes montañas;
se estremecen las aves en los huevos...
Y sacuden los fetos las entrañas.

Las fieras en sus hórridas guaridas
los músculos se oprimen temblorosas,
y se lamen las jetas sonreídas
y se palpan las garras espantosas.

El turbulento y platëado río
hierve y levanta sus convulsas olas,
y aunque azota las márgenes, bravío,
por besarlo se inclinan las corolas.

En el desierto el caminante busca
el oasis que brinda sombra y calma,
mientras que el sol canicular chamusca
las polvorientas hojas de la palma.

Los amantes se ocultan en la sombra
de los frondosos árboles, y luego...
se recuestan del césped en la alfombra,
y hacen vibrar sus ósculos de fuego.

Cómo brillas ¡oh sol esplendoroso!
no hay una nube que tu rayo quiebre;
tú la vida difundes ¡oh coloso!
¡Pero avanza!...¡Natura tiene fiebre!



Julio Flórez


Otras versiones traen estas variantes

1 en tanto que en su frente retostada

2 es la hora del calor; vagos efluvios


«Horas» (1893)

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