FECUNDIDAD
«¡Adán, Adán, un beso!», dijo, y era
Que en una dolorosa sacudida,
El absurdo nervioso de la vida
Le hizo temblar el dorso y la cadera…
El iris floreció como una ojera
Exótica. Y el «¡ay!» de una caída
Fue el más dulce dolor. Y fue una herida.
La más roja y eterna primavera…
«¡Adán, Adán, procúrame un veneno!»,
Dijo, y en una crispación flagrante
La eternidad atravesole el seno…
Entonces comenzó a latir el mundo.
Y el sol colgaba del cénit, triunfante
Como un ígneo testículo fecundo.
Julio Herrera y Reissig