ODA XXIII
DE UN HABLAR MUY GRACIOSO
Dan tus labios de rosa
Si los abres, bien mío,
El más sabroso néctar
Y el aroma más fino.
Dan el almo deleite,
Que allá en el alto Olimpo
Gozan los inmortales,
Y enajena el sentido.
El ámbar de la rosa
Al albor matutino,
Al perfume que exhalan
No es de igualarse digno.
La suave miel que liban
Del romeral florido
Las abejas, con ellos
Causa amargor y hastío.
El sabor delicioso
Del más preciado vino
Es al labio sediento
Menos dulce y subido.
S u acento es muy más grato
Que el amoroso trino
Del ruiseñor, que el vuelo
Del fugaz cefirillo.
Porque todas sus llamas,
Donaires y cariños,
Y encantos y delicias
Amor les dio benigno.
Juan Meléndez Valdés