ANALOGÍA
El solitario lamenta una ausencia distante. Se consuela escribiendo el soneto difícil, en donde el análisis descubre a menudo un sentido nuevo.
El solitario se pierde en las distinciones de su doctrina escolar y satisface los requisitos del arte cuando el ocaso pinta de negro el mirto y el ciprés y marca sus perfiles.
La imagen de la ausente, de semblante excavado por la meditación y vestida de los matices del fuego, recorre la floresta de las arditas y de las gacelas en donde subsiste la memoria de la reina Ginebra.
El solitario se embelesa en la transfiguración de la ausente y describe sus méritos, refiriéndose al motivo heráldico del lirio de hojas de acero.
José Antonio Ramos Sucre