Agonicé en la arruinada mansión de recreo, olvidada en un valle profundo
Amo la paz y la soledad; aspiro a vivir en una casa espaciosa
Asisto en el coliseo romano al sacrificio de los mártires sublimes
Bebedizos malignos, filtros mágicos, ardientes misturas de cantárida
Cualquier invención de mi enfermizo numen desluciría las páginas de este álbum
¡Cuánto recuerdo el cementerio de la aldea!
El almirante de la escuadra pisó el templo
El caballero, de rostro famélico y de barba salvaje
El caballero de túnica de grana, la misma de su efigie de mártir
El caballero Leonardo nutre en la soledad el mal humor que ejercita en riñas e injurias
El caballero sale de la iglesia a paso largo
El castillo surge a la orilla del mar
El cincelador italiano trabaja con el arcabuz al lado
El desafuero de los habitantes afeaba la fama de aquella tierra amena
El desfile de los días morosos, enlutados por el invierno
El doncel indiferente pregona desde una balsa los cereales de la campiña
El ermitaño cuenta los sucesos y prodigios del amor y se incorpora
El follaje exánime de un sauce roza, en la isla de los huracanes, su lápida de mármol
El galán quedó tendido en el suelo de nieve, entre los árboles disecados por el invierno
El gentil hombre pinta a la acuarela una imagen de la mujer entrevista
El hombre de inteligencia rudimentaria salió a cazar lejos de su llanura inundada
El infante de los reyes proscritos fue abandonado en un esquife
El licenciado escribe una breve novela de equivocaciones y de casos imprevistos
El monje vive en la caverna, originada de pretéritos asaltos del mar
El país de mi infancia adolecía de una aridez penitencial
El prado fenece en una arboleda
El revuelo de las golondrinas impide la serenidad de la mañana celeste
El rey desvariado preside la corte y juzga las controversias al pie de un álamo de plata
El rey libraba sus mandamientos desde el pie de un sicomoro
El rey inmoderado nació de los amores de su madre con un monstruo del mar
El rey sabe de los motines y asonadas provocados por los descontentos en torno de la misma capital
El sacerdote refiere los acontecimientos prehistóricos
El solitario divierte la mirada por el cielo en una tregua de su desesperanza
El solitario lamenta una ausencia distante
El teólogo se había tornado macilento y febril
El tiempo es un invierno que apaga la ambición con la lenta, fatal caída de sus nieves
El topo y el lince eran los ministros de mi sabiduría secreta
El vendaval riguroso, nacido en el secreto de un páramo
El visionario me enseñaba la numeración valiéndose de un árbol de hojas incalculables
En la pobre vivienda de suelo desnudo, alumbrada con una lámpara mezquina
Estaba inerme por efecto de la porfía secular con el burgués y el villano
Estoy glosando el paisaje de la Ilíada en donde los ancianos de Troya confiesan la belleza de Helena
FANTASÍA DE LA ESTACIÓN ADVERSA
Fausto quiere pacificar su curiosidad, encontrar razones con que explicar
Fijamos la tienda de campaña en el suelo de arena, invadido por el agua de una lluvia apacible
FRAGMENTO APÓCRIFO DE PAUSANIAS
Gratitud más que amor siento por esa adolescente que cada tarde
Había pedido la seguridad y el atrevimiento después de sacrificar a su mujer
Había recibido del cielo el presente de una belleza infausta
Había resuelto esconderse para el sufrimiento
He leído en mi niñez las memorias de una artista del violoncelo
He recorrido el palacio mágico del sueño
He recorrido el territorio de Elsinor para allegar noticias acerca de Ofelia
He seguido los pasos de una mujer pensativa
He soñado con la beldad rubia. Miro su despejo y siento su voz
Huía ansiosamente, con pies doloridos, por el descampado
La adolescente viste de seda blanca
La aldea en donde pasé mi infancia no llegaba a crecer y a convertirse en ciudad
La borrasca nos había separado del rumbo, arrojándonos fuera del litoral
La castellana recorre el bosque
LA CIUDAD DE LAS PUERTAS DE HIERRO
La doncella se asoma a ver el campo, a interrogar una lontananza trémula
La golondrina conoce el calendario, divide el año por el consejo de una sabiduría innata
La hermosa ha regresado de muy lejos
La hermosa hablaba de la incertidumbre de su porvenir
La hermosa vela y defiende mi vida desde un templo orbicular, rotonda de siete columnas
La imagen de las torres se dibujaba en el mar
La luna, arrebatada por las nubes impetuosas
La música del clavecín, alivio de un alma impaciente, vuela a perderse en el infinito
La nave tenía el nombre de una flor y de un hada
La noche disimulaba el litoral bajo, inundado
LA PEREGRINA DE LA SELVA PROFÉTICA
La selva había crecido sobre las ruinas de una ciudad innominada
La sonámbula sufría de la perfidia de un amante
La veneciana altiva de tez nevada, escucha las barcarolas desde la azotea de su mansión bizantina
La virgen de la espada al cinto visita el remanso profundo para ver la imagen de su galán
La virgen duerme el sueño invariable en su ataúd de vidrio
Las mujeres fugitivas se prosternan a los pies del rey y se expresan en voces entrecortadas
Leonardo da Vinci gustaba de pintar figuras gaseosas, umbrátiles
Los árboles, de columna desnuda, esparcen hacia arriba una armazón vigorosa
Los brujos del yermo se escondían a pasar los meses de la nieve en los senos del monte
Los campesinos se retraían de señalar el curso del tiempo
Los colores vanos del alba me indicaban la hora de asistir al oficio de difuntos
Los dolientes, portando ramos de ciprés, hollaban el camino de los sepulcros
Los enanos forjaban tridentes para las divinidades marinas
Los espinos llenan, desde el pórtico en ruinas, la hondonada
Los huérfanos se han formado en las pradera libres
Los labradores se detuvieron a escuchar el ruido
Los libertinos disparaban en una risa abundante al lanzar con el pie
Los moradores de aquel pueblo extrañaban la facilidad
Los nómades, reducidos a la indigencia, habían fijado su tienda de campaña
Los pinos aparecen humildes al pie del palacio que alzaron con exaltación de aves
Los salvajes miran una mueca en el rostro de la luna
Los valentones convinieron el duelo después de provocarse mutuamente
Me habían traído hasta allí con los ojos vendados
Mi alma se deleita contemplando el cielo a trechos azul o nublado
Mi compañero, inspirado de una curiosidad equívoca y de una simpatía vehemente
Mi vida había cesado en la morada sin luz, un retiro desierto, al cabo de los suburbios
Nos proponíamos visitar a un reyezuelo timorato. Pendía del asentimiento de la Gran Bretaña
Nos recogíamos en un cauce labrado por las aguas de la lluvia
Nosotros constituíamos una amenaza efectiva
Pábulo hasta entonces de la brutalidad, ignorante de la misericordia y del afecto
Para entrar en el reino de la muerte avancé por el pórtico de bronce
Podría fingirse el aspecto de Moisés con sólo recordar los días de la historia
Por los cristales viejos y manchados entra la luz a la oficina de trabajo
Prebenda del cobarde y del indiferente reputan algunos la soledad
Quedé solo con mi hijo cuando la plaga mortífera hubo devastado la capital del reino venido a menos
Quise hospedarme solo en la casa de portada plateresca
Recibí advertimientos numerosos de origen celeste cuando empezaba a iniciarme
Salía de mi celda, en anocheciendo, a juntar limosnas para el enterramiento
Sentía bajo mis pies la molicie del musgo de color de herrumbre
Siento, asomado a la ventana, la imagen asidua de la patria
Silvio resiste difícilmente el ingenio de Beatriz. Las burlas irritan al galán presumido
Sobresale en el concurso de los fieles ingenuos por la severa majestad
Subí la escalera de mármol negro en solicitud de mi flecha, disparada sin tino
Sueño que sopla una violenta ráfaga de invierno sobre tus cabellos descubiertos
Teseo persiguió el ejército de las amazonas, cautivó su reina y la sedujo
Thais era una cortesana de la antigüedad
Tu suerte infundía el pesar de una ilusión anulada, de una felicidad escapada y distante
Un ave espectral, imagen de la pesadumbre y del sacrificio
Un ciprés enigmático domina el horizonte de mi infancia
Una amante pérfida me había sugerido en el deshonor
Una crónica inicia el episodio de un aventurero desengañado de sus correrías y lastimado
Una luz febril recorría los cielos en la noche del viernes santo
Una mirada involuntaria había despertado la pasión
Una muchedumbre de hormigas había practicado sus galerías en el suelo de nuestra tienda de campaña
Una mujer de facciones imperfectas y de gesto apacible obsede mi pensamiento
Unas aves negras y de ojos encarnizados se alojaban entre los mármoles derruidos
Unas rayas de buril bastarían para el trasunto del paisaje elemental
Unos jinetes bravíos me escoltaban durante la visita al país de las ruinas legendarias
Vivía solo en el aposento guarnecido de una serie de espejos mágicos
Yo abría las ventanas de la cámara desnuda y fiaba el nombre de la ausente
Yo adolezco de una generación ilustre; amo el dolor, la belleza y la crueldad
Yo cultivo las memorias de mi niñez meditabunda
Yo era el senescal de la reina del festín
Yo escuchaba sollozos a través del sueño ligero y variable
Yo estaba perdido en un mundo inefable
Yo estaba proscrito de la vida. Recataba dentro de mí un amor reverente
Yo gustaba de perderme en la isla pobre, ajena del camino usual
Yo había escapado a la saña de mi enemigos, retirándome dentro del país
Yo había pasado la mitad de la noche a la vista de las frías constelaciones
Yo había perdido la gracia del emperador de China
Yo había perdido un año en ceremonias con el rey del país oculto
Yo lo veía diariamente sentado a la puerta de su choza y con la cabeza entre las manos
Yo me esforzaba en subir el curso de un río
Yo me extravié, cuando era niño, en las vueltas y revueltas de una selva.
Yo me había avecindado en un país remoto, donde corrían libres las auras de los cielos
Yo me había internado en la selva de las sombras sedantes
Yo no pisaba las huellas del cazador extravagante
Yo no podía sufrir la vivienda lóbrega y discurría por la vega de la ciudad escolar
Yo no sabría distinguir, en las cartas más fieles de los náuticos
Yo pertenecía a una casta de hombres impíos
Yo quisiera estar entre vacías tinieblas
Yo rastreaba los dudosos vestigios de una fortaleza edificada, tres mil años antes
Yo regaba de lágrimas la almohada en el secreto de la noche
Yo rodeaba la vega de la ciudad inmemorial en solicitud de maravillas
Yo subía despacio la escalera de piedra y descansaba a mis solas en una silla grave
Yo velaba en la crisis de la soledad nocturna
Yo visitaba la selva acústica, asilo de la inocencia
Yo visité la ciudad de la penumbra y de los colores ateridos y el enfado
Yo vivía a la sombra de una iglesia en la ciudad devota
Yo vivía en un país intransitable, desolado por la venganza divina
Yo vivía en una ciudad infeliz, dividida por un río tardo, encaminado al ocaso
Yo vivía feliz en medio de una gente rústica
Yo vivía perplejo descubriendo las ideas y los hábitos del mago furtivo
Yo vivía retirado en el campo desde el fenecimiento de mi juventud
Yo vivo a los pies de la dama cortés, atisbando su benigna sonrisa de numen