LA ADELFA
Vive la adelfa triste,
Siendo gentil y hermosa,
En solitarios campos
O en las desiertas costas.
¿Por qué no crecen flores
Bajo sus verdes hojas?
¿Por qué la adelfa vive
Tan apartada y sola?
¿Qué penas la entristecen?
¿Qué pesares devora?...
—Flores, prestadme oído,
Y os contaré su historia.
Vivió en los prados la adelfa,
Gentil, ufana y pomposa,
Dulce orgullo de la fuente
Que murmuraba a su sombra.
Y vio del prado fecundo
Sobre las bordadas ondas,
Flores de inmensa hermosura
Y de riquísimo aroma.
Tuvo continuos desvelos,
Y pesares, y congojas...
Y tuvo también envidia;
Pero lo supo la aurora,
Y allá a los desiertos campos
Y a las solitarias costas
Hízola huir, pues la envidia
Cuanto respira emponzoña.
Por eso la triste adelfa
Vive macilenta y sola,
Y guarda amargo veneno
Oculto en sus verdes hojas.
Noviembre, 1849
José Selgas y Carrasco