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EL AIRE Y EL AGUA

                      I.

Él vuela en el valle ameno
Con solicitud extraña:
Ella al pie de la montaña
Tiende su raudal sereno.

   Él trémulo se desliza
Moviendo las ramas graves:
Ella en círculos suaves
Sus dóciles ondas riza.

   Ambos se encuentran, en suma,
Rivales en pompa y galas:
Él perfumadas las alas,
Ella cubierta de espuma.

                      II.

El aire al verla se engríe,
Llega, la besa y suspira:
Ella avergonzada gira,
Tiembla toda, y se sonríe.

   —Yo soy, el agua murmura
Agitando su corriente,
La hija altiva del torrente
Que salta en la peña dura.—

   Alzando polvo en la tierra,
Ufano el aire le dijo:
—Yo soy más: yo soy el hijo
Del rudo huracán que aterra.—

                      III.

Suspensa el agua le mira;
Tiende con gracioso encanto
La pompa azul de su manto,
Y estas palabras suspira:

   —Mucho en tu origen reparas;
Pero es mayor mi tesoro:
Yo sobre arenas de oro
Derramo mis ondas claras.

   —Si tu valor no es escaso,
Bien tu orgullo lo levanta;
Mas no hay flor, ramo ni planta
Que no se incline a mi paso.

   —Nacen las flores más bellas
Donde van mis ondas frías.
—Ya se sabe que las crías
Para que yo duerma en ellas.

                      IV.

Callose el agua oportuna,
Por esquiva o por modesta:
Esperó el aire respuesta,
Pero no obtuvo ninguna.

   Siguió muda la corriente,
Voló inquieto el aire ufano,
Esperó respuesta en vano,
Y al fin prorrumpió impaciente:

   —Desdén te inspiran los celos.
Y ella dijo: —Mucho subes.
—En mí se mecen las nubes.
—Y en mí se miran los cielos.

                      V.

Callaron: el agua grave
Gimió con dulce interés
La besó el viento suave,
Y es cosa que nadie sabe
Lo que sucedió después.

autógrafo

José Selgas y Carrasco


«La primavera» (1850)

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