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VERDADERO AMOR

Un jacinto bellísimo servía
Con delicado esmero
A una rosa gentil de Alejandría.
Por lo hermoso y galán era el primero
De cuantos ostentaba la pradera;
Y la rosa... ¡imposible
Encontrar otra flor más hechicera!
La llama siempre pura
De este amor apacible,
No les daba pesares ni desvelos;
Era todo ventura,
Y... ¡cosa original! amor sin celos.

   Alhelíes, y lirios, y amarantos
Envidiaban la dicha del amante,
Mirando de la rosa los encantos.
Con afán incesante,
Con celosa agonía,
También lilas y acacias envidiaban
La dicha de la flor de Alejandría,
Y con rabioso empeño
Todos se conjuraban
Por deshacer el sueño
Del delicado amor que los unía.

   Y desató su lengua la mentira
Que todo lo atropella;
Ella buscó en su angustia
Todo el consuelo que su amor le inspira,
Y a él, ¡qué cosas le contaron de ella!
La pobre rosa mustia
Lloró su pena y la encerró en sus hojas;
Él ahogó sus recelos,
Sus amargas congojas:
Fingió desdén para ocultar sus celos.
   Mas al fin, de repente
La reina de las flores, en buen hora,
Mostrando enojo en la rosada frente,
Dijo con majestad encantadora:
—Porque en mi reino entero
Tan torpe envidia su castigo vea,
El amor verdadero,
Ardiente, puro, indestructible sea.

   Aquí la historia acaba;
Pero la fama cuenta
Que huyó vencida la mentira esclava;
Hoy con cariño tierno
Su verde pompa la pradera ostenta
Como en memoria de este amor eterno.

23 Abril, 1850.

autógrafo

José Selgas y Carrasco


«La primavera» (1850)

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