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LAURA.
(CONTINUACIÓN DEL AMOR DEL POETA)

Me abraso de calor... ven, Laura mía;
El viento apenas gime,
Y el sol señala la mitad del día.
Reposemos aquí; naturaleza
Bajo esta melancólica espesura
Nos convida al placer y a la tristeza
Alza los ojos bellos,
Vierte en mi corazón su lumbre pura,
Quiero, pues son mi amor, mirarme en ellos.

   Mas no apagues la sed que me devora;
Es el secreto que en mi alma enciende
La fe con que te adora;
Secreto que suspende
Todo mi ser, lo abisma y lo enajena
En una vaguedad que no comprende.
No rompas el encanto misterioso
Que en torno nuestro desplegarse veo;
Es el amor que nuestras almas llena
De sombra y de reposo,
De ilusión, de esperanza y de deseo.

   Amor a cuyo imperio
Rinde su voluntad el alma ciega,
Amor todo misterio,
Planta toda perfume,
Dulce calor que si a inflamarse llega,
En la llama que enciende se consume.
Y este amor que respiro,
Que vida y ser del corazón recibe,
Que vuela en un suspiro,
Que en mí se oculta y en tus ojos vive,
Es aurora del cielo desprendida,
Es aliento de Dios puro y suave,
Es mi ser, es mi espíritu, es mi vida;
Y yo no quiero que mi amor se acabe.

   Yo lo sentí brotar como se siente
La luz del sol, a cuyo influjo arde
La bóveda del cielo trasparente,
Y el universo brilla y se colora;
Lo adiviné en las sombras de la tarde,
Lo comprendí en los rayos de la aurora;
Yen el céfiro blando
Sentí el suspiro de tus labios rojos;
La luna resbalando
Por el espejo azul del claro río
Mintió la luz de tus brillantes ojos.
Yen el cáliz umbrío
De la limpia azucena
Tus lágrimas bebí y eran rocío;
Vi tu frente serena
Cubierta de inmortal melancolía,
Vaga como la sombra
Que en apacible calma
La noche tiende al espirar el día;
Y en el fondo del alma
Brilló tu pensamiento;
Y resonó en mi oído
Tu cariñoso acento,
Más dulce que el gemido
Que forma el agua que acaricia el viento.

   Así te vi y así te amé; si ciego,
Nunca el encanto de tus ojos viera,
Este profundo fuego
Que tú alimentas y en mi seno abrigo,
Lo mismo que lo siento lo sintiera;
Dios sabe que este amor nació conmigo.

   Mas si en tu seno virginal dormido,
Seno que amor formó de rosa y nieve,
En beso apetecido
Probara de placer la dicha breve,
Se apagara la sed en que me abraso,
Y entonces, Laura mía...
¡Cruel humanidad! acaso, acaso,
Mi ingrato corazón te olvidaría.
Por eso en dócil inquietud te adoro;
Por eso el ámbar de tus labios bebo;
Por eso con mis ojos te devoro,
Te quisiera besar y no me atrevo.

   Duerme en mi corazón, en él reposa;
Virgen es en su amor, y nadie ha sido
Más querida que tú ni más hermosa.
La noche del olvido
No borrará jamás tan dulce instante.
¡El pudor ha encendido
La casta palidez de tu semblante!...
Ven si en mi amor confías,
Tú que la odiosa ingratitud ignoras;
Yo cantaré tus tiernas alegrías,
Yo enjugaré tus lágrimas si lloras.
Y el cielo, alegre en tanto
Que nuestro bien desea,
Sereno tienda su lujoso manto;
Que tu cariño tierno
Afable mire y satisfecho vea
Y que mi amor eterno
Y digno, Laura, de tu nombre sea.

autógrafo

José Selgas y Carrasco


«El estío» (1853)

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