anterior   aleatorio / random   autor / author   inicio / home   siguiente / next

LAS DOS AMAPOLAS

Nacieron juntas y vivieron solas
De un valle ameno en la apartada orilla,
Dos tiernas amapolas.
Y refiere la crónica sencilla,
Que estas flores lozanas
Se amaron inocentes
Con el tranquilo amor de dos hermanas.
Dióles benigno el cielo
De belleza gentil rico tesoro;
De reluciente púrpura las hojas,
Negro botón y pétalos de oro,
Virginal inocencia,
De pudoroso afán tiernas congojas,
Ligeros tallos y amorosa esencia.

   Las brisas del estío,
Al despuntar el alba,
Coronaban sus frentes de rocío.
Solícita la malva
Era a sus pies inimitable alfombra;
Y con amante empeño,
Al disipar la sombra
De la niebla importuna,
Velaba inquieta su apacible sueño
La blanca luz de la naciente luna.

   La crónica, un momento
Deteniéndose en serias reflexiones,
Explica el sentimiento
Conque estrecha el amor dos corazones;
Y luego, haciendo punto,
Porque al lector discreto no fatigue
Lo grave del asunto,
Así la fácil narración prosigue:

   Una mañana el cefirillo blando,
Sediento del amor de la hermosura,
Se detuvo mirando
Aquel tesoro de inocencia pura;
Y dócil resbalando
Con afán indeciso
Entre sus hojas bellas,
Enamorarlas quiso,
Como él estaba enamorado de ellas.

   Y sucedió, que al amoroso aliento
Conque el céfiro vago las mecía,
Se inclinaron con débil movimiento
Por placer, por pudor, por cortesía;
Y él impaciente en tanto,
Viendo en sus ricas galas
Del virginal amor el dulce encanto,
Las ciñe con sus alas;
Y al deshacerse en inconstante giro,
Estampa en cada flor ardiente beso,
Les arranca un suspiro
Y huye veloz por el ramaje espeso.

   Y cuando triste y de misterios llena,
De su pompa fugaz haciendo alarde,
Apacible y serena
Su manto de vapor tendió la tarde,
Abrazadas y solas,
Compartiendo su pena
Las dos enamoradas amapolas,
Esperaban que ansioso volvería
El céfiro lozano
En los suspiros últimos del día...
Y esperaban en vano;
Porque el céfiro ingrato no volvía.

   Y en su amante impaciencia,
Por si a sentirla el cefirillo alcanza,
Llenaron el ambiente con su esencia
En el postrero afán de su esperanza.
Y como es el amor dulce alimento
Del alma tierna para amar nacida,
Y la esperanza aliento
Que si llega a faltar, falta la vida,
Al derramar el alba sus fulgores
De Oriente abriendo las rosadas puertas,
Vio con hondo pesar entrambas flores
Coronadas de lágrimas... y muertas.

   No dice más la crónica; mas cabe
Aquí la presunción—aunque salvando
Que con seguridad nada se sabe
Y sólo se presume,—
Que en ansia triste el cefirillo blando
Desde entonces se agita y se consume;
Y que por eso vaga
En perpetua inquietud, y ansioso llena
De lágrimas la flor a quien halaga;
Que por templar su pena
Continuamente gira,
Y más crece el pesar que lo devora;
Que por eso en las márgenes suspira,
En las tendidas ramas se estremece,
Y en las espumas de la fuente llora;
Que su dolor más crece
En el monte, en la vega,
En la flor que en su seno lo recibe;
Y que a tal punto su tormento llega,
Que eternamente sollozando vive.

autógrafo

José Selgas y Carrasco


«El estío» (1853)

subir / top   poema aleatorio   siguiente / next   anterior / previous   aumentar tamaño letra / font size increase   reducir tamaño letra / font size decrease