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AMOR FILIAL.
MARÍA

                    I.

Sueltos los rizos suaves,
Pudorosa la mejilla,
Negros los rasgados ojos
Y virginal la sonrisa,
Como la sombra de un ángel
Es pura y blanca María.
Quince primaveras cuenta,
Y una en que llora perdidas
Sus risueñas esperanzas,
Las maternales caricias,
¡Ay! primavera de llantos,
De sollozos... ¡Pobre niña!

                    II.

Pálida está la doncella;
Pálida, triste y tranquila.
Llora si dulces miradas
En ella inquietas se fijan:
Y corren lágrimas mudas
De cuantos ojos la miran.
La buscan por consolarla,
Y huye porque no la aflijan:
Consuelo y amor le ofrecen,
Y amor y consuelo esquiva.
Como en el valle y la fuente
Pasa las horas del día,
No cuida ya de sus flores,
Que olvidadas se marchitan;
Y en vez de rosas, la frente
Se ciñe de siemprevivas.
¡Tan gentil y tan hermosa,
Y tan triste!... ¡Pobre niña!

                    III.

Hay un arroyo en el valle
Que ansioso se precipita,
Llevando en triunfo sus ondas
Dulces, sonoras y limpias;
Y en un remanso apacible,
Porque el correr le fatiga,
Al pie del valle detiene
Su corriente cristalina:
Y en el espejo que forma,
Donde el cielo azul se pinta,
Cuantas flores le rodean
Por agradarle se miran:
Y allá en el fondo suspensas
Fantásticamente giran
Las nieblas que se levantan
De las montañas vecinas,
Las mariposas inquietas
Y las aves fugitivas.
Y al soplo leve del viento
Temblando el agua indecisa,
Finge las sombras que pasan,
Y fingen luces que brillan;
Y sombras y luces juntas
Confunde a un tiempo y disipa,
Y vuelve a brillar de nuevo,
Y se apaga, y se ilumina.

                    IV.

En la margen reclinada,
Flor de su tallo caída,
Fijos en el agua tiene
Los tristes ojos María.
Y el agua por distraerla,
Por si sus penas alivia,
Rompe el cristal bullicioso
En mil fantásticos prismas.
Y en cada pliegue que forma,
Y en cada ligera línea,
Luces, sombras y colores
Confundiendo multiplica.
Mas ¡ay! solícita el agua
Vanamente se fatiga,
Que la niña la contempla
Cada vez más pensativa.
Y ansiosos sus ojos buscan
Allá en el fondo perdida
Una imagen, una sombra,
Una luz tan indecisa,
Que sobre el azul del cielo
Que temblando el agua pinta,
Al resbalar por las nubes
En las nubes se disipa.
Imagen que entre las ondas
Busca con afán la niña,
Luz que deslumbra sus ojos,
Sombra que ofusca su vista.
Imagen, y luz, y sombra
Que en agitación continua,
Como relámpagos pasan
Por las ondas cristalinas.
Y cada vez más ansiosas
Mueven el agua las brisas,
Y la niña la contempla
Cada vez más pensativa:
Porque en el agua impaciente
Busca un rayo de alegría,
Una sombra de esperanza
Una imagen... ¡Pobre niña!

                    V.

Ya lejano el sol se esconde
Tras de las rocas vecinas;
Ráfagas cruzan el cielo,
Rojas, blancas y amarillas.
Recoge el viento sus alas,
Flores y ramas se inclinan;
Y en las ramas y en las flores
Gimen las auras dormidas.
Y en la margen reclinada,
Con ansiedad infinita,
Fijos en el agua tiene
Los castos ojos María.
Y el agua azul trasparente
Bañando el cauce tranquila,
Resbala como un espejo,
Sin un pliegue ni una línea.
Y en el fondo de las aguas,
Clara, serena y distinta,
Allá en el cielo, entre nubes,
Mira su imagen la niña.
Y doblando el dócil talle
Y exclamando —«¡Madre mía!»—
Une sus labios de rosa
Con los de su imagen misma.
Por eso junto a la fuente
Pasa las horas del día;
Busca a su madre, y la encuentra.
¡Gentil y dichosa niña!

autógrafo

José Selgas y Carrasco


«El estío» (1853)

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