CARTAS CANTAN
De un antiguo manuscrito,
En las descompuestas páginas,
Entre diversos apuntes
Tropecé con estas cartas:
Carta primera.
«Tu ingratitud no me aflige,
Ni me admira ni me agravia,
Porque con ella recibo
El favor de tu inconstancia.
»Lo que gano con perderte
Lo conoces y lo callas,
Porque Dios, tú y yo sabemos
Lo que pierde el que te gana.
»Salgo de ti como sale
El pájaro de la jaula,
Y te doy al que te quiera
Como una moneda falsa.
»Adiós, el que olvida vive;
Tú en tu casa y yo en mi casa;
Y si te vi no me acuerdo;
Amor con amor se paga».
Carta segunda.
«Tu carta no me sorprende,
Pues sabrás que la esperaba,
Porque antes que la escribieras
La vi yo escrita en tu cara.
»Lo que ganas con perderme
Te lo doy por lo que valga
Mas como caerás con otra,
No te arriendo la ganancia.
»Por inconstante me dejas,
Y te lo agradece el alma;
Que estar sola es menos malo
Que estar mal acompañada.
»Adiós, y al cielo le pides
Lo que más falta te haga;
Que mucho ha de darte el cielo
Si te da lo que te falta».
Carta tercera.
«Ayer pasé y me miraste,
Yo no entiendo de miradas;
Si algo tienes que decirme,
Me lo dices de palabra.
»Y por si acaso presumes
Que me vence tu arrogancia,
Sal esta noche a la huerta;
Yo estaré junto a la tapia».
Carta cuarta.
«Te miré porque pasaste,
Y yo miro a los que pasan:
Tú también me mirarías,
Pues viste que te miraba.
»Y porque nunca imagines
Que tu lengua me acobarda,
Saldrá la huerta esta noche
A ver cómo corre el agua».
Carta quinta.
«Dices que sospechan... Bueno.
¡Que quieres que yo le haga!
¿Que malas lenguas te ofenden?...
¡Hay aquí lenguas muy malas!
»Si murmuran, que murmuren;
Niega, disimula y calla,
Que yo me lavo las manos
Y dejo correr el agua».
Carta sexta.
«¡Ah traidor! Permita el cielo,
En castigo de tu infamia,
Que te suceda algún día
Lo mismo que a mí me pasa.
»Mas no ha de quedar en esto,
Pues si no enjugas mis lágrimas,
Se lo diré al señor cura,
Y salga por donde salga».
Aquí el viejo manuscrito,
En letra menos borrada,
Resume toda la historia
En la siguiente post-data:
«Casáronse, y son felices;
Mas medítese con calma,
Que son estas riñas... riñas
Que Dios sabe en lo que acaban».
José Selgas y Carrasco