ARMA SECRETA
Se desmantelarán las bases, pero,
¿y el odio del corazón de los hombres?
R. de Garcíasol
¿Quién levanta del pecho del hombre
estas armas secretas del odio?
¿Quién devuelve la paz a los campos
del alma, sombríos e inhóspitos?
Pasaron poniendo las bases
ocultas, de sombra y de plomo,
cimentadas en viejos rencores,
tapadas de envidia y rastrojos.
Subieron al pecho lejanos residuos,
esquirlas de un crimen remoto,
compacta muralla de ciega amargura,
de sangre mezclada con lodo.
El hombre es un niño que aprende
a odiar, si le enseñan, tan pronto...
Se le vuelve la tierra pequeña
a su lado no cabe ya el otro.
Se puede volver agua oscura,
corrompida agua negra de un pozo
si lo ciegan con léganos tristes
y remueven el cieno del fondo.
Ese hombre que cuida los campos,
que cría ganados de cálidos copos,
de repente asesina palomas
y les clava una aguja en los ojos.
Ese hombre que funda la rosa
y descansa a la sombra de un olmo,
pinares y bosques incendia
y contempla impasible el rescoldo.
El hombre que curva sus manos,
por el dulce declive de un hombro
de mujer y en las suaves colinas
de unos senos aprende redondos
encantos, ternuras redondas
en las formas del aire amoroso,
solivianta sus dedos de espinas
y en sus manos se yerguen escollos.
El hombre que toma en sus brazos
al hijo que le hace sonoro
porvenir, y le muestra las cosas del mundo,
del mundo que en su eje también gira un poco,
un mal día atraviesa con botas
militares pisando el sollozo,
pisando la frente de un niño que está agonizando
caído en los campos del odio.
Leopoldo de Luis