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EL DIABLO PREDICADOR

  No sólo en farsas dramáticas
Mete su cuezo Astarot:
No en el teatro del Príncipe
Fija sólo su mansión;
No sólo se viste el hábito
Que el Seráfico fundó;
Que, pues estamos en época
De algazara y de ficción,
También acude a la máscara
  El Diablo predicador.

  ¡Paso, que allá va el intérprete
Del atezado Plutón!
Y nadie lo niegue incrédulo;
Que estar el Diablo no es de hoy
Bajo una careta anónima
O dentro de un dominó.
¡Paso! Entre veras y jácaras,
A más de uno y más de dos
Va a zurrar con crudo látigo
  El Diablo predicador.

  ¡Arre allá, vieja ridícula!
No a la sombra del cartón
Robes a las tiernas vírgenes
Las lisonjas del amor.
¿De qué te sirve un crepúsculo
De ineficaz ilusión?
Anda a rezar por las ánimas.
Deja el mundo y piensa en Dios;
O tu faz descubre lívida
  El Diablo predicador.

  Ya la coquetuela Mónica
La careta se quitó,
Y aquella sonrisa plácida
Triunfa a babor y estribor;
Mas otra le queda, jóvenes,
De albayalde y arrebol...
Y ¿por qué también la pérfida
No se quita el polisson?
No engañan trapos recónditos
  Al Diablo predicador.

  ¡Así! ¡Que suene la música,
Y se enzambre el rigodón,
Y haya codazos, y estrépito,
Y se sude de calor!...
Mientras tanto un mozo lúbrico,
Y una moza como un sol,
Se escurren por aquel ángulo...
—¿Se perderán? —¿Qué sé yo?...
Otro llorará su pérdida,
  No el Diablo predicador.

  ¡Qué gozo en la sala próxima!
¿Será que al fin se logró
De los partidos acérrimos
La deseada fusión?
¿Podrán más que la política
Las travesuras de amor?
¿O lo que fusión  paréceme
Será tal vez confusión?
No hace falta en ese círculo
  El Diablo predicador.

  Pero ¿qué horrendo espectáculo,
Más allá del corredor,
Se ofrece a mi vista atónita?
El juego, piélago atroz
Donde suelen morir náufragos
El dinero y el honor.
¡Ah, pobres maridos víctimas!...
¡Oh témpora! ¡Oh mores! ¡Oh!...
Allí debe estar el púlpito
  Del Diablo predicador.

  Más allá la fonda opípara
Recrea a más de un glotón.
Apenas pueden los fámulos
Acudir a tanta voz.
¡Y qué de virtudes frágiles
Anega el vino traidor!
¡Y qué nube de parásitos!
¡Si parece maldición!
¿Quién pone coto a su estómago?
  Ni el Diablo predicador.

  Pero ya basta de sátira
Y basta de reprensión,
Pues el cenizoso miércoles
Llega con paso veloz,
Y con él se acerca el término
De la jocosa estación.
Siga la broma sin límites;
Que al fin, si no vota en pro,
Hoy no harán mella las pláticas
    Del Diablo predicador.

autógrafo

Manuel Bretón de los Herreros


Letrillas XXIII

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