HORA IX
EL ASILO
Quia amore langueo
¡A quién no sucedió, vagando acaso
Por las orillas de encantado río
Decoradas de rústico atavío,
Involuntario detener el paso
Si un sitio mira umbrío!
Y con tristeza plácida, hospedaje
A ese sitio, capricho de natura,
Pide; que allí la sombra es más oscura
Y oculta la avecilla entre el follaje
Canta con más ternura.
Tal me detengo en la modesta estancia,
De gracia y de bondad sacro retiro,
Donde lo bello realizado miro
Y del cielo la mística fragancia
Arrobado respiro.
Y en balde con ciudades populosas
Me cerca el mundo y de esplendor profano;
Natura su ancha escena me abre en vano,
Y en vano a ver sus ondas majestuosas
Me invita el Oceano.
Que la piedra preciosa recatada
Vale más que los montes de granito;
Un eco dice más que un alto grito:
Presta más un rincón de esta morada
Que el espacio infinito.
Mas aquí, a poco, sufre el alma y gime
De afectos tiernos e inquietud llevada;
El placer que respira la anonada,
Y al corazon desfallecido oprime
Enfermedad sagrada.
Tal, gozando región de luz más pura,
Ronda la mariposa inadvertida
La llama que con brillos la convida,
Y en el nítido umbral de su ventura
Deja en despojos la infelice vida.
Miguel Antonio Caro