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PUNTUAL COMO EL LUCERO

Dice el galán, enfermo de muerte, a su dama:

Ya estás ahí, puntual como una estrella
que a su hora sale,
marcha a su paso
y se pone cumpliendo su carrera;
ya estás ahí, puntual como celeste
luminaria divina,
infundiendo confianza.
¡Siempre es puntual lo eterno!
Si la luna, si el sol tardase un día,
si no saliese
cuando el mundo lo espera
¡qué terror de locura
al mundo inundaría!

¿Y qué vendrá después?, sería el grito
del mortal espantado,
al ver rota la ley de la constancia.

¡Se rompió el orden! ¡rompiose la cadena
que ata las horas!
¡el Sol falta a la cita!
¡el mundo va a morir entre portentos
de confusión y ruina!

¡Ya estás ahí, puntual como el lucero
de la mañana!
¡Ya estás ahí, vertiendo de los ojos
fe en lo imposible,
fe en la constancia!

Siglos ha que la estrella vespertina
surge a su hora,
y a su hora se pone;
¿qué busca? ¿qué pretende?
¿de tal puntualidad cuál el objeto?

Yo no lo sé, pero esa su constancia
es fuente de consuelo para el hombre
que ve entre los que cambian
algo constante,
prenda de eternidad y de fijeza.

Antes que el hombre fuese
ya salía el lucero
puntual para la tierra
que vacía y desnuda le esperaba;
y cuando el hombre acabe
saldrá la estrella fiel por el oriente
triste y constante.

¡Ya estás ahí, puntual como el lucero
de la mañana!

¿Quién sabe si algún día
verás mi ocaso,
puntual como el lucero
de la mañana?

autógrafo
Miguel de Unamuno


«Poesías» (1907)
Incidentes afectivos


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