LIBERTAD FINAL
Dulce, sereno, reposado y triste
fue aquel día de amor en que muriera
la engañosa esperanza de la dicha;
basta al amor con el amor. La prenda
de que es un don divino es la desgracia
que le acompaña siempre por la tierra.
Las horas graves que su ardor mis ojos
en la frescura apagan de la lenta
mirada de tus ojos de sosiego
son olas de delicia volandera
que al soplo del amor se van rodando
sobre el dormido mar de la tristeza.
Cuanto llega a su colmo es bien perdido
y es la vida verdura de promesa;
por haber, fieles, renunciado al fruto
nos es la flor, toda fragancia, eterna.
El resplandor sobre tu frente brilla
del misterio sin fin, de la sentencia
que al romper de los siglos el Eterno
sobre lo íntimo todo suspendiera.
Intangible el perfume se derrama
y el aire todo con su hechizo llena,
en tanto que la carne de la fruta
en tomo y bulto al gusto se condensa.
A todos por igual se da el aroma
y todos, sin porfía, de su esencia
pueden tomar en comunión de goce,
mas no cabe gozar de igual manera
de la fruta el sabor; si uno la gusta
fatal es que la envidia al otro muerda.
Come pan de centeno negro y duro
tendido al aire libre en la floresta
y el pan te sabrá a flores; el espíritu
a su imagen se forja la materia.
¿Que la doctrina es triste? No lo dudo,
pero dime. mi luz, ¿qué es lo que queda?
no dura más la carne que el perfume,
sólo goza del bien quien bien lo espera.
Y ¿quién sabe ? Soñemos que no es sueño
la libertad final, cuando la tierra
como nube de incienso, a las entrañas
de su Fuente de Amor suba deshecha.
Miguel de Unamuno