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INCIDENTES DOMÉSTICOS

II

Tendido yo en la cama,
como en la tumba,
a la espera del sueño;
y junto a mí, en su cuna,
yacía el niño;
y allá, en el fondo
—en medio un aposento—,
bajo una lámpara
de mansa luz de verde derretido,
tres formas columbraba,
encorvadas las tres y susurrando
ave-marías.

Eran mi madre, mi mujer, mi hermana,
y era como si lejos
de este mundo y del otro, el que esperamos,
en el lindero.

Al través de los cuartos silenciosos,
donde mis hijos
—perdida el alma de los cuerpos flojos—
yacían sumergidos
del reposo en el fondo,
pasaban los susurros
filtrándose en la calma de su aliento;
yo sin soñar soñaba:
¿es que estoy muerto?

Una visión de eternidad fingían,
un cuadro de pintura,
un símbolo de vida.
Sentí, allá en lo oscuro y en la cuna,
a modo de un suspiro;
era que se movía,
buscando al sueño nueva cara, el niño.

Y yo tendí mi diestra
para tocar su cuerpo
y cerciorarme así que las tinieblas
guardaban en su seno
a mi niño de bulto,
a mi niño de peso.

Y al sentir en mi mano
el calor de su aliento,
pensé, casi soñando:
¡no, no estoy muerto!

Y en tanto las tres formas
inmóviles seguían y encorvadas
como una cosa sola,
y la luz de la lámpara,
también inmóvil,
e inmóvil el silencio,
y del ámbito todo
—diríase un incienso,
invisible, sonoro—
lentas surgían,
cual un rocío de la tierra al cielo,
ave-marías.
Sentí la eternidad... luego la nada.

Al despertar, de día,
allá en las derretidas lontananzas
donde, por fin, se funden los recuerdos,
inmóvil, verde, la visión tranquila,
perdiéndose cantaba
ave-marías.

autógrafo
Miguel de Unamuno


«Poesías» (1907)
Incidentes domésticos


inglés Translation by Thomas Walsh

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