TIRAR LA PIEDRA Y NO ESCONDER EL ALMA
Vale la pena atar en corto el viento
que duerme en las rendijas de tu espalda;
archivar tus reproches, componerlos,
consultar mis defectos con tu almohada.
Vale la pena hilar lana más fina,
vender en el rastrillo mis maletas,
no conocer más bar que el de tu esquina,
halagarte aunque aburra a las macetas.
Tirar la piedra y no esconder el alma,
suplicarle a la Virgen del momento,
ocupar mi lugar tras tu pancarta.
Quererte sin tener miedo a tus miedos,
trabajar en el vuelo de tu falda,
salvarme de la muerte por tus pelos.
José Ángel García Fernández