No hay sol para absorber estas arenas
pisadas sabiamente, claridades
traviesas que bebemos. Las colmenas
fermentan juguetonas mis edades
como mosto del viento que almacenas.
No hay mar para anegar nuestras ciudades,
ni bosque que se acerque a las almenas.
No hay nube que convoque tempestades.
Que nubes, bosques, mares y mañana
pusieron por despensa a los inviernos
sus algodones, aguas y madera.
No es hostil al amor la primavera.
¿Cómo va a condenar una manzana
si no hay dios que me arroje a los infiernos?
Íñigo Ongay